viernes, 18 de mayo de 2018

Si me buscan, no me van a encontrar...



Si me buscan, no me van a encontrar.
Si me encuentran, ese no soy yo.
Soy otro. Soy ajeno.
No soy el de antes:
Me han cambiado.
Ya no me huelen las flores a cal.
Ya el 
mar no me es indiferente.
Ya ignoro la vida consciente y
ya no reduzco mi vida a existir.
Para mí esta ciudad no tiene alma
o te llevaste mi alma en tus bolsillos.
Tal vez mi alma tampoco es la misma,
me la han cambiado.
Tal vez anda suelta y loca por correr sin destino,
por salir del cartón pueril protocolario,
por juntar piedras en el río
y hacer con ellas un caminito
en el que podás seguir,
sin pasos extraviados,
mi rastro infantil
y mi andar inadaptado.
Ya no tengo estabilidad:
¡Bendita inestabilidad!
Fue sacudido mi ser damnificado
y lo que queda de mí
ya no es más mío.
Si me buscan, no me van a encontrar.
Si me encuentran, ese no soy yo.
Soy otro. Soy ajeno.
No soy el de antes:
Ya no estoy.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Oscuro


Cuántas calles de noche
en esta ciudad de plástico.
Cuántas palabras de marfil
sobre crepúsculos en gramas.
Cuántas miradas entretejidas
por horas entre versos y guitarras.
Cuántos silencios de mar
bajo el cielo tétrico nublado.
No hay peor amor que el que se queda en intención;
en la vaga ilusión de cambiar
lo que no pudo haber sido.
Soy un cúmulo de errores
marcados por las rimas poéticas
de memorias en carne viva.
Fuiste mi amor de verano en el invierno
y hoy estoy cantando el otoño en plena primavera.
Hoy te vas y al retorno volvés a tu casa,
a tu sol, a tus aires y tus amores.
Yo hoy me quedo aquí sin mis lunas,
sin mis mares, sin mis versos y sin vos.

lunes, 2 de abril de 2018

Un retrato familiar

De mis vivencias en el Festival Centroamérica Cuenta 2017

El jueves amanece temprano y caliente en Managua. En el cuarto día de Centroamérica cuenta 2017, el calor y la cantidad de actividades también aprietan a los escritores y a sus seguidores. En el pequeño, pero valioso seno de la historia y las ciencias sociales del país, el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA), en la Universidad Centroamericana (UCA), se celebra un simposio sobre la literatura latinoamericana. A lo largo de las conferencias, los estudiosos exponen sus experiencias conjugando la historia, la cultura y las más grandes expresiones literarias desde el Popol Vuh hasta Ixcanul.

Ileana Rodríguez, investigadora del IHNCA, relacionó la importancia del reconocimiento del otro y sus representaciones en el arte centroamericano contemporáneo. Mientras que Julio Escoto para hacer alusión a los otros, narró una de sus experiencias durante los 80, en plena revolución nicaragüense. Recordó que por el bloqueo económico de la época se escasearon muchos productos de consumo. Entonces, todos los hombres sindicalistas reclamaban. Pero la agitación llegó a un punto peligroso, cuando se informó en las reuniones a la gente que los productos de maquillaje y de belleza también serían escasos y por supuesto, las primeras en reclamar fueron las mujeres. De ese reconocimiento del otro, de la otra, contó Escoto.


Antes de mediodía, en la Alianza Francesa, toma la palabra el francés Adelino Braz para la conferencia “El sentido de la existencia según Albert Camus: del absurdo a la rebelión”. Braz, doctor en filosofía, a quien las palabras y las ideas sobre Camus le surgían como soplos, los sesenta minutos fijados para la conferencia se le fueron volando. Sin duda, la influencia de Camus y Malraux en la literatura universal, es imprescindible, y esto se dejó sentir en los distintos conversatorios sobre estos autores.

Escuchar las jocosas conversaciones de los escritores y compartir con ellos comidas, paseos por la ciudad y hasta una que otra copa, no hizo más que revelar la cercanía entre los autores y sus lectores, esa magia de donde surgen sus personajes y las vivencias que han llevado a estos maestros de la escritura a tejer historias asombrosas.

II

El jueves después del almuerzo, a la hora en que Managua es presa del ruido ensordecedor del tráfico y de los buses abarrotados de esa tromba humana que viene de clases o simplemente anda buscándose la vida, los escritores se toman la fotografía de grupo.

El fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, quien la noche anterior inauguró la exposición Objetivo Mordzinski, con decenas de retratos de escritores en el Centro Cultural de España en Nicaragua (CCEN), entre ellos Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, Ernesto Sabato, Sergio Ramírez; ensaya ahora el retrato grupal de los autores que vinieron a este festival. “Foto de familia de la presente edición de Centroamérica cuenta, ¡tomada dentro de mi colegio Centroamérica”, escribió en su cuenta de Twitter el cantautor nicaragüense Hernaldo Zúñiga.

El calor derrite, exprime los cuerpos. Algunas escritoras vestidas con ropas de telas frescas usan los abanicos que han traído. De vez en cuando los comparten con sus colegas. Algunos, como buenos escolares, improvisan abanicos de papel. Como Sergio Ramírez, presidente del festival se demoró en llegar, Mordzinski tramó una broma en su contra. Les pidió a los autores que cuando llegara soltaran un sonoro “¡Uuuuuh!”, que se fundió en sonoras carcajadas. Y justo antes de hacer clic a la cámara, se aparece Andrés Neuman como teletransportado, sin proponérselo, su entrada intensificó el jolgorio.

En ese momento de recreo, antes de continuar con sus agendas, los escritores hablan de política, comparten experiencias personales. Managua es vista como una ciudad agridulce, misteriosa y hasta divertida por esos adornos metálicos de colores: los árboles de hojalata que se encuentran instalados en distintas avenidas y en las rotondas de la ciudad, y que llaman la atención de los ojos extranjeros desde antes de aterrizar en el aeropuerto.

Tras la pausa, cada uno busca sus respectivos buses para cumplir con la agenda trazada, aprovecho el momento para entablar una breve conversación con una de las narradoras.

— ¿Está ocupado ese espacio? Pregunté a la escritora costarricense Roxana Pinto que estaba sentada en los primeros asientos junto a la puerta del microbús.

— No, para nada, respondió. Lo que pasa es que la corriente de aire acondicionado va directo a ese espacio y no quiero que me dé a mí.

—Ah, pues perfecto, porque yo justo lo que ando buscando es un sitio donde refrescarme. Dije y nos partimos de la risa, acomodamos nuestros ”maritates” para no incomodarnos mutuamente.

De una plática sobre el clima, el menú del almuerzo y el calor terrible que hacía a esa hora, llegamos involuntariamente a conversar sobre dos de nuestras más grandes pasiones: las letras y la Diplomacia. Resulta que la escritora Pinto fue diplomática de su país en Francia por muchos años y yo me gradué de Diplomacia en la Universidad Americana de Managua (UAM). Y así, de repasar asuntos políticos, algunos avatares de la vida y sus experiencias literarias, ella me habló sobre su última novela Ida y vuelta, cuya protagonista es una joven pintora costarricense que vive en París y cuenta sus peripecias en la gran ciudad cosmopolita. Su intención como escritora fue retomar los miedos, las pasiones y la emoción aventurera de salir de la tierra propia y experimentar una nueva vida en otro país. Asimismo, matizado con la visibilización de quienes históricamente han sido discriminadas: las personas sexualmente diversas, las personas de piel oscura, entre otras, en una labor honorable de reconocimiento y valoración del otro.

Con los costarricenses Daniel Quiroz, escritor y profesor de literatura, y Fernando Chaves, periodista; optamos por considerar un café caliente en el pintoresco cafetín de la Alianza Francesa para climatizar el cuerpo, pero fracasamos en el intento. De lo que sí pudimos conversar, fue de nuestras perspectivas como centroamericanos y de los múltiples factores que aunque se crea que nos dividen, nos terminan uniendo.

III

La tarde cae y Piedad Bonnett, escritora colombiana, comparte conversatorio con otros autores “anfibios”, a los que se les llamó así porque deambulan entre la poesía y la novela, por su necesidad involuntaria de hacer versos y su compromiso literario de escribir prosa. Entre otras cosas, contó que su vocación de poeta surgió con prontitud en la adolescencia y que aún se levanta por las madrugadas a escribir los versos que surgen en su inconsciente, sobre todo en largas noches de insomnio. Junto con Andrés Neuman, Gioconda Belli y Mercedes Cebrián, develaron los secretos de usar a veces el sombrero de narrador y otras de poeta. Los autores se trataron con cierta familiaridad, sonrieron, fluyó una plática natural como la de amigos que sacan sus mecedoras y se sientan en una acera nocturna de León.

Ese tono de viejos conocidos, se mantuvo luego entre Sergio Ramírez Mercado, Neuman, Luis Leante y Eduardo Sacheri, autores de distintas novelas, pero todos con algo en común: ser premio Alfaguara en distintos años. Ramírez puso pistas sobre la mesa y los autores ahondaron en sus historias. Para Sacheri, con La noche de la Usina, novela premiada en el 2016, la tercera fue la vencida. Contó que antes de ganar el Premio Alfaguara, lo intentó dos veces. Mientras que Leante, quien escribió la novela Mira si yo te querré con la que ganó el premio en el 2007, dijo que la gira por muchos países que implica el premio, fue lo mejor. Conocer a tanta gente y tantos lugares, fue para él, el verdadero premio. En cambio, Neuman, autor de El viajero del siglo, obra premiada en el 2009, contó que cuando tuvo la certeza de que en realidad había ganado, se fue saltando y dando patadas al aire a una pelota de fútbol imaginaria.

Escrito para www.centroamericacuenta.com en mayo de 2017

Versos y pensamientos vagos

Nadie sabía hablar su lenguaje,
ni entender sus sollozos.
Nadie pudo jamás comprender sus pesares,
ni calmar sus ojos llorosos.
Nadie, nunca, pudo compartir sus dolores,
ni sus alegrías, ni sus gozos.

Nunca, nadie, nada. Porque no era de acá,
no hablaba nuestro idioma:
gritaba con los ojos,
amaba con la mirada.

Pensamientos vagos


Nunca me había resultado tan agridulce el humo de un cigarro. En realidad, lo extraordinario radica más bien en que me empiece a parecer dulce cuando hasta hace algunos días me era completamente repugnante. Pero es que nunca me había parecido tan encantador ser compañía de cigarros y nunca me había sido tan placentera la propuesta de acompañar a alguien mientras fuma, hasta hoy. Desde que recuerdo, considerando mi asma infantil y mi total ineptitud para aprender la mala practica del vicio, fumar me ha parecido absurdo, funesto y destructivo. Y posiblemente no deje de pensar que lo sea, pero es eso justamente lo que me sorprende. Nunca lo toleré entre mis amigos y siempre me costó acostumbrarme a alguien que lo hiciera, hasta hace quince minutos.
Cuando más racional uno se cree y más seguro de sus costumbres uno se siente, viene cualquier tifón a devolverte la vulnerabilidad y a hacerte sentir humano de nuevo, por muy extraño que suene y muy sin sentido parezca. Pero es que al fin y al cabo somos humanos y es necesario recordarlo y sentirlo en la vida, aunque solo suceda un par de veces. Más allá de querer sentirnos ángeles casi perfectos o seres infalibles y excepcionales en un mundo de errores (y de gente que los comete), volver a sentirse humano es volver a asumir gustosamente, aunque duela, la realidad que nos corresponde vivir. Digo aunque duela porque ser humano duele, es un exponente ineludible de la existencia, el dolor, y al ser ineludible es que mejor conviene encontrarle el gusto.
Una ciudad que no es la propia; una casa que no es la de uno; una gente que, a pesar de ser parte de mi propia raza, tampoco es la propia; y una cama vacía, deshecha y fría que, aún siendo cómoda, tampoco va a poder llegar a sentirse jamás como de mi propiedad. Y es así como las bocanadas de tabaco quemado resultan de una discreta propuesta como de quien hace el gesto de llevarse a la boca un cigarro apoyado entre los dedos, junto a una mirada de complicidad íntima y un ademán de entera y placentera disposición. De unos ojos que te miran, que casi hablan, pero que a la vez se esfuerzan por no ser descubiertos; que esconden una vida que parece ocultarse entre el silencio, un escudo de soledad auto impuesto y los chubascos de humo de cigarro, uno tras otro, día con día; chubascos que se transforman en el mejor perfume jamás anhelado.
Cuánto misterio esconden tan humanos y profanos gestos como de quien divaga, quien grita por dentro, te evita con los ojos, pero se presta apacible y temeroso de decir todo aquello que siente y piensa. Nada más duro que fingir desprecio e inercia cuando las almas brincan de emociones y en su lugar conviene más reprimirlas. Todos los cristos tienen sus cruces y nadie conoce enteramente sus via crucis, pero al final no resta más que conformarse con el humo del tabaco, la conversación protocolaria o el valor incalcublable del silencio. Dos almas no encuentran el clímax de la intimidad si no es escarbando en las profundas y valiosas rocas del silencio. Silencio bruto, maleable y pesado, como el oro producto de las condiciones extremas del núcelo colapsante de las supernovas, a través del tiempo y en el espacio. Y es ahí donde resulta más poderoso callar y dejar que mi silencio hable y dejarte hablar en el silencio tuyo.

Escrito en el último vagón de la línea amarilla del metro, después de un lunes vacío.

martes, 21 de marzo de 2017

Guardá estas letras...

Guardá estas letras como impresas en tatuaje,
como las cicatrices producto de los fierros, con calor,
con tinta permanente, con fuerza,
con fuego incandescente.
Guardá estas letras que salen desde el principio del ser,
de lo que vivo, de lo que represento;
letras como gotas de lluvia en el pavimento:
incisivas, directas;
letras que expresan sentimientos
y cuentos hechos versos.
Guardá estas letras para cuando no tengás aliento,
para cuando te canse la rutina
y queras tomar asiento
y recobrar fuerzas para seguir en esta carrera
de astros bastardos en el firmamento.
Guardá estas letras en tu alma, donde te quepan,
letras que nacen donde se originó el océano
algún día, si es que ya existía el tiempo.
Letras que surgen de las aguas donde alguna vez
se originó la vida,
vida de la que hoy soy portador
y de la que vos fuiste cocreadora.
Guardá estas letras porque es lo que tengo,
aunque te merezcás abecedarios
y robustos diccionarios,
bibliotecas polvosas y librerías profanas.
Guardá estas letras para cuando no te diga cuánto te quiera,
aunque para ello no basten todos los versos hasta hoy escritos,
ni todas las canciones hasta hoy entonadas.

Guardá estas letras por hoy, por siempre. 

miércoles, 1 de febrero de 2017

Para un cometa llamado Diana:


Ella no camina, ella danza;
ella adorna los cielos con sus giros y extasía a los humanos con su misterio,
ella es fuente de sagrados improperios y alumbra el espacio con sus respiros.
Ella vuela, ella levita;
ella infunde luz con su cabellera y derrama esencias por donde pisa,
ella inspira versos con su sonrisa y es capaz de captar la atención de cualquiera.
Ella no es como vos o como yo;
ella es serenidad y ruptura,
ella es incomprensión y hermosura, es vitalidad galáctica.
Ella viaja en el tiempo y en el espacio,
ella irrumpe con lo tradicional y lo sacro.
Ella encaja en la naturaleza artística y desafía todas las leyes de la física,
ella es canto, ella es cuento, es un cometa en el firmamento.
Ella sueña en verso y crea en rima, le da nombre a diosas de la mitología,
ella personifica el movimiento y le da sentido a la energía,
ella es luz, calor, distancia y armonía.
Ella produce escenarios impresionantes y da vida a las estrellas fugaces,
ella es a la vez  impredecible y constante,
no se sabe exactamente hacia dónde va, ni de dónde viene,
dónde nace, ni dónde muere.


Pedro S. Fonseca H.