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miércoles, 1 de febrero de 2017

Para un cometa llamado Diana:


Ella no camina, ella danza;
ella adorna los cielos con sus giros y extasía a los humanos con su misterio,
ella es fuente de sagrados improperios y alumbra el espacio con sus respiros.
Ella vuela, ella levita;
ella infunde luz con su cabellera y derrama esencias por donde pisa,
ella inspira versos con su sonrisa y es capaz de captar la atención de cualquiera.
Ella no es como vos o como yo;
ella es serenidad y ruptura,
ella es incomprensión y hermosura, es vitalidad galáctica.
Ella viaja en el tiempo y en el espacio,
ella irrumpe con lo tradicional y lo sacro.
Ella encaja en la naturaleza artística y desafía todas las leyes de la física,
ella es canto, ella es cuento, es un cometa en el firmamento.
Ella sueña en verso y crea en rima, le da nombre a diosas de la mitología,
ella personifica el movimiento y le da sentido a la energía,
ella es luz, calor, distancia y armonía.
Ella produce escenarios impresionantes y da vida a las estrellas fugaces,
ella es a la vez  impredecible y constante,
no se sabe exactamente hacia dónde va, ni de dónde viene,
dónde nace, ni dónde muere.


Pedro S. Fonseca H.


lunes, 21 de noviembre de 2016

Memorias del pensadero: Elecciones 2006

Todavía recuerdo las elecciones en el 2006, cursaba el primer año del bachillerato y corría todos los días del Colegio a casa para lograr ver el noticiero de la 1:00 pm. Las elecciones se las disputaban un FSLN fortalecido por el dichoso pacto y una oposición dividida entre un ALN que, para entonces, constituía la mayor fuerza de oposición, un MRS debilitado por la muerte del candidato preferido (Herty Lewites), el PLC y otras organizaciones menos conocidas. Durante los recesos en el Colegio, incitaba a largas tertulias y debates entre mis compañeros sobre las elecciones, me encantaba saber lo que opinaban y hacia dónde apuntaban sus juicios. Para ese tiempo, yo todavía no votaba, pero no me perdía los noticieros, las encuestas y los detalles más relevantes de las propuestas presidenciales.

Tanto era mi afán, que la profesora de Ciencias Naturales me amonestó por llevar una pulsera anaranjada con las letras impresas “MRS” y me catalogó, exagerando, de “proselitista político”. Estaba tan maravillado por mis primeras elecciones conscientes (tenía 12 años), que sonsaqué a mi mamá para que me llevase a la reunión de campaña en la que cantaría el candidato a vicepresidente por aquel partido, Carlos Mejía Godoy. Para mí, era toda una fiesta y, curiosamente, yo no incitaba a nadie a votar por ningún partido, simplemente recomendaba razonar muy bien el voto.

También recuerdo que nunca me perdía aquella sátira política titulada “Los hulosos” que presentaban al final del noticiero estelar. Consistía en una representación de los candidatos políticos de aquel año y de los personajes más influyentes en aquellas elecciones utilizando máscaras hechas de hule. De ahí, supongo, su nombre “Los hulosos”. El impacto  de este programa en la sociedad nicaragüense fue tal, que muchos de los apodos que utilizaban para denominar a los personajes, todavía se utilizan para referirse a los políticos: El ratón, La Chamuca, El Bachi, etcétera.

En ese año logré descubrir ese elemento pasionario que tiene la Política. Yo estaba extasiado. Quería incidir en mi país, tenía la ilusión de saber que a través de los procesos políticos se pueden generar impactos positivos tangibles en la sociedad, quería que mis opiniones y mis demandas fuesen escuchadas, deseaba con todas las ganas andar de campaña en campaña escuchando las necesidades de nuestra gente tan empobrecida y, por supuesto, anhelaba votar.

Diez años después, me encuentro con las mismas caras hulosas en el poder, habiendo tanta gente joven capaz, con ideas innovadoras y con valores intrínsecos. Me encuentro decepcionado porque tiene muy poco sentido votar y mucho menos incitar a la gente a formar parte de una jugarreta electoral. Y eso no es todo lo preocupante, ¿qué vamos a hacer como sociedad con tantos niños y jóvenes que ansían votar y ser parte de un sistema político funcional? ¿Cómo vamos a hacer con esa pasión de generar cambios a través de la política? ¿Estamos cultivando esa pasión?

“Los buenos ciudadanos no nacen, se hacen.” (Spinoza) Y como nicaragüenses aún nos falta muchísimo por hacer para crear ciudadanos conscientes y empoderados. Es impresionante ver cómo indigna más una restricción de bebidas alcohólicas por ley seca, que el pisoteo de nuestros derechos políticos con el manoseo de nuestros votos y la perpetuación de personas corruptas en el poder.

domingo, 21 de febrero de 2016

Versos y pensamientos vagos...

La paz que respiro cuando duermo
se asemeja únicamente a la paz que de tu mirada se expande
cuando se encuentra con la mía.
La seguridad con la que me despierto
se parece a la certeza de mi alma
cuando tengo el calor de tu abrazo
en la noche fría de mi incertidumbre.
Más la caricia de tu ser
cuando de tu boca se desprende un te quiero,
frente a la neblina invernal
de mi corazón decepcionado...
No es posesión, no es secuestro, no es prisión, no es clandestino;
es ese desatino infantil de quererte siempre y para siempre,
es agradecerle a la vida de vivir y personificar un sentimiento,
es reír por dentro y bailar ante tu encuentro,
es vivir con vos y crecer yo en vos y vos en mí.
Ni vos, ni yo sabemos muy bien adónde vamos,
pero sabemos con firmeza de dónde venimos;
ni vos, ni yo por lo pronto lo decimos,
pero sabemos realmente en qué confiamos.
La vida se encarga de que encontremos
lo que quizá ni buscamos,
pero qué encuentro más sublime
que el de la plenitud y la felicidad que anhelamos.
Si hubiese un resumen de lo que gestamos,
dijese que lo nuestro es una canción;
una magistral rapsodia de movimientos sutiles,
entre altos y bajos, entre canto, armonía y son;
de composición inspirada y a veces hasta mal lograda,
de compases magistrales, de ensayo y error.

El autor

domingo, 15 de noviembre de 2015

Versos y pensamientos vagos...



Le confieso que no hay gesto más sublime que su cómplice mirada cuando nadie nos ve y sepa usted que uno de los más apreciados detalles que puede hacerme es llamarme por mi nombre.


Soy inerte, inconsistente, inacabado e inconsciente, soy muchas cosas. Soy incesante, ni tan inteligente, ni tan interesante, pero muy insistente, sobre todo cuando encuentro lo que quiero y, aún más, lo que necesito.


¿Cómo le digo que la medida de mi tiempo es directamente proporcional a las veces en que le tengo? No me importa que no me hable, me basta con saber que usted no deja de pensar en mí. Pero, ¿será que vale tanto la pena esperar? Por usted yo soy capaz de hacer no sólo lo que no puedo, sino de hacer lo que no quiero...

miércoles, 30 de septiembre de 2015

El alma que no sabe lo que busca

¿Dónde, cuándo y cómo va el alma?
¿Y por qué va?, dice el desasosiego,
que sumergido en penas, adolorido y sin calma,
recorre el perímetro vacío de tiempo.

Tiempo, ¿quién dijo tiempo?
El reloj se oculta en la penumbra de las horas,
se entristece el día en el calor del viento
y la sangre brota sobre la tarde que llora.

Y a pesar de la calidez del sueño
la impaciencia apremia
y el anhelo clama.

Las golondrinas vuelan
sobre el cielo en llamas
de pensamientos ruines y heridas sin cama.

El autor.

domingo, 30 de agosto de 2015

No sembremos papas para cosechar tomates

¿Qué es ser joven en Nicaragua?

Es una realidad que las nuevas generaciones contamos con muchísimas ventajas en comparación con las generaciones que nos antecedieron. Pertenecemos a la era digital, hemos venido presenciando una vasta serie de cambios en un tiempo mínimo cuando en las épocas pasadas sucedían únicamente en siglos o décadas, tenemos acceso a casi todo tipo de información y contamos con las herramientas necesarias para dejar de ser espectadores y convertirnos en protagonistas. Por lo tanto, ¿en nuestro país viene siendo un privilegio, un desafío, un reto o una ventaja ser joven?

Es preciso ser conscientes de las grandes limitaciones que se poseen, para luego diagnosticar la situación y el contexto particular en que nos encontramos y de ahí partir a encontrar una respuesta al problema en cuestión. Por una parte, los problemas estructurales de Nicaragua y que trascienden las fronteras de edad o género, son evidentes y tangibles. Entre ellos está la pobreza, la calidad de la educación, la desigualdad de género, etcétera. Sin embargo, por otra parte, también existen otros problemas coyunturales como el alcance de las drogas, el desempleo, la corrupción, la falta de democracia, entre otros.

Mientras mayor es la crisis, más grande es la oportunidad de salir adelante y, si la juventud actual hace uso prudente de todas las herramientas y privilegios que posee en torno a un objetivo definido, los resultados podrían ser inimaginables y capaces de transformar la historia de nuestro país. Contraponiéndose a los limitantes, la juventud nicaragüense tiene una enorme ventaja que radica en la riqueza cultural de la que Nicaragua es dotada. Asimismo, los jóvenes podemos ser testigos a primera voz de quienes protagonizaron la historia del siglo pasado, un privilegio que no todos los jóvenes de todos los países poseen.

Dicho lo anterior, resta únicamente educarse, formarse, discernir y formarse un criterio con respecto de lo que se quiere como país para que la nación en general pueda creer en la juventud y así ir desplazando a tantos nicaragüenses que le han hecho daño a nuestro país, contribuyendo al urgente cambio generacional en todos los sectores sociales. En un siglo XXI prometedor, lleno de avances científicos y tecnológicos, pero también de numerosos y grandes problemas como la destrucción del planeta, la desigualdad en todos los ámbitos, el racismo, etcétera, la juventud no puede actuar con indiferencia, ni recluirse en el universo paralelo virtual del internet y las redes.

Según Ortega y Gasset: “la juventud necesita creerse, a priori, superior. Claro que se equivoca, pero este es precisamente el gran derecho de la juventud”. La vida es constante ensayo y error y es la juventud la que tiene el derecho a cometerlos y el deber de enmendarlos. Por lo tanto, en Nicaragua, ser joven es más bien una oportunidad. Una gran oportunidad para marcar la diferencia, para ir creando nuevas facetas teniendo en cuenta nuestra historia únicamente para no repetirla, considerando los errores de las otras generaciones para no cometerlos de nuevo, para demostrarle al mundo que sí se puede transformar la mentalidad, el sentimiento y, con ello, la cultura que nos ha llevado a lo que somos.

Hoy más que nunca la juventud tiene el compromiso no sólo de cumplir las normas, sino de hacerlas. En un mundo que corre y no descansa, es la juventud la que debe ir tomando las decisiones, pero para ello es necesario fomentar el pensamiento crítico y renovar las bases fragmentadas de nuestra sociedad corrupta. Cada uno es libre de decidir en qué bando de la historia quiere estar y de definir los lineamientos a seguir a partir de los resultados que se pretendan conseguir. Lo que sí es seguro, es que si sembramos papas, no vamos a cosechar tomates.

El autor

jueves, 16 de julio de 2015

Memorias del pensadero

Un día soleado y caluroso del verano nicaragüense, despertaba con las más desesperadas ansias de que sucediera lo que había estado esperando por más de un año. Despertaba con una emoción exorbitante que desgranaba mi alma como espiga de trigo antes de convertirse en pan, mas se escondía un profundo sentimiento leve, pero constante, de temor, inseguridad y la gran interrogante de saber si hacía o no lo correcto.

Siete en punto marcaba el despertador. El corazón latía cada vez más con desespero. Mi abuela, que desde temprano se había levantado para preparar el desayuno y a sintonizar las infaltables noticias matutinas en la radio a las cinco y media en punto, tocaba ya a la puerta de mi habitación para decirme, o más bien gritarme, que ya se nos hacía la hora.

En la ducha, cada gota de agua rebotaba en mi cabeza como fuertes sonidos de un bombo que se acompasaban con los latidos resonantes de mi corazón. Mi mente: fría, silenciosa, tímida y callada. Apenas tomé cuatro sorbos de mi café e hice la mueca de que desayunaba.

La maleta estaba hecha, tenía que partir.

Me esperaba un destino incierto, noches templadas, solitarias y vacías, o quizá un porvenir envidiable, lleno de saberes cósmicos y experiencias invaluables. No lo sabía. Cada luz de cada semáforo indicaba menos tiempo en casa, menos segundos de saborear el ambiente cálido de la familia, el amanecer incomparable de la rutina cotidiana y las largas caminatas que formaban parte de mi diario. Era una decisión tomada. Mis ojos brillaban.

No en vano soy hijo de mi madre, quizá el más semejante a su forma de ser, que con el mínimo detalle lloramos, ya sea por felicidad, por tristeza, por incertidumbre o nostalgia, por desesperanza o a veces simplemente por capricho. En esta ocasión las lágrimas caían por emoción, por el infantil sentimiento de empezar una nueva empresa, un nuevo camino. Lo dejaba todo por creer y querer obtenerlo todo. Ese era el verdadero intercambio.

El camino de casa hacia mi destino era lejano, empezaba a impacientarme. Y es que la impaciencia, aunque muy mala, a veces llega a ser inevitable. Y cuando al fin llegamos, me esperaba el que para mí sería el hogar de por vida, la escuela del alma y el trabajo de siempre. Una cabaña humilde, pero llena de sabiduría. Un pueblo sufrido, pero erguido. Una nueva familia.

Empuñé la manigueta negra que abría la puerta del vehículo, estiré el pie derecho para no mojarme con el charco que la lluvia había hecho justo en el sitio del estacionamiento, abrí el maletero y saqué mis pertenencias. Eso significó la total despedida de mi casa. Nos recibieron y, aunque las pláticas eran amenas, yo sólo asentía o me reía por protocolo, mi cuerpo estaba con ellos, pero mi mente divagaba por otros mundos. Estaba, pero no estaba.

Al concluir el rato, debía despedirme de mi abuela que, para evitarse la oscuridad de la noche o cualquier otro imprevisto, prefirió emprender viaje temprano aquella vez. Quizá quería desprenderse rápido del sinsabor de la despedida. Entre pocas palabras, entre un “se me cuida oyó” y un “ahí nos vemos”, un abrazo y un beso, sucedería la total y definitiva despedida de aquel tan esperado día. Y así culminaba ésta etapa, ansiada y temida por mí, por los encuentros emocionales y las vivencias inexperimentadas.


Llovió y lloré.

lunes, 22 de junio de 2015

#J22NoSeOlvida Ocupa INSS, juventud y ciudadanía

Jóvenes de OcupaINSS frente a oficiales de la Policía Nacional

Hoy, a dos años del suceso que uniría voces, causas y hasta sentimientos. Un encuentro entre demandas sociales y represión, la combinación típica de un autoritarismo evidente y ya casi hasta natural en la historia de nuestro país. Para vos que escuchaste sobre OcupaINSS, que utilizaste el hashtag #OcupaINSS, que formaste parte de todo un movimiento, pero no sabés realmente de qué se trata, he aquí una forma más o menos sencilla de explicación.

OcupaINSS no sería la primera experiencia en que el pueblo dormido se levanta frente a los poderosos ante una causa social, ya en tiempos pasados, pero no olvidados, sucederían historias como ésta.

Todo inició cuando un grupo de ancianos de la Unión Nacional del Adulto Mayor (UNAM), provenientes de diversas comunidades rurales del país, iniciaron una protesta frente al edificio del Instituto Nacional de Seguro Social (INSS) para reclamar la pensión reducida de vejez, cancelada por un decreto en los años 90, pero estipulada por la ley de seguridad social. Es decir, reclamaban la pensión de vejez que por ley les pertenecía y que habían dejado de recibir. El objeto de la protesta podría ser un tema de larga discusión que podría retomarse en un futuro, lo que viene al caso es la manifestación social, la violencia y la impunidad.

En torno a la demanda de los viejitos que se había extendido por más de cinco días, diversos jóvenes se unieron a su clamor y les cooperaron con víveres, compañía y apoyo. A partir de esto, es necesario enumerar a los actores y a las partes en la situación. Como se ha dicho, por una parte están los ancianos, los jóvenes que conformarían el movimiento en apoyo de los ancianos y los medios de comunicación; por otro lado, estaría la Policía Nacional, la Juventud Sandinista y el Gobierno de la República.

En la madrugada del 22 de junio del 2013, después de cuatro días de manifestación y ya conformado todo un movimiento a nivel nacional y de conocimiento en algunas partes fuera del país, los manifestantes frente al INSS sufrirían una golpiza de las que sólo acostumbran los miembros más brutales del sandinismo y que hoy se representan como la Juventud Sandinista. Y lo peor, a los pies de los mismos oficiales de policía, en quienes todos como ciudadanos disponemos nuestra seguridad, los manifestantes pacíficos serían víctimas de una violencia nunca antes vivida por la mayoría de los jóvenes ahí presentes.

Somos parte de una generación producto de una transición, de acuerdos de paz y de finales de una guerra fratricida que hartó a todos los nicaragüenses para prometer nunca más repetirla. Somos una juventud criada en un período, que si bien no ha sido de paz absoluta, por lo menos ha sido sin armas, ni violencia directa. Jamás un grupo de jóvenes, la mayoría estudiantes universitarios, había experimentado un ataque directo como el de esa madrugada. Los testimonios, tristes y decepcionantes.

Muchas de las víctimas afirman haberse sentido descontextualizadas del país en el que viven, avergonzadas por la clase de dirigentes políticos que tienen y decepcionadas por quienes se supone deben mantener la paz y la seguridad en el país. No es fácil ver a unos ancianos golpeados, hambrientos, ensangrentados, encima cansados, asoleados e indignados por no recibir ningún mensaje de sus gobernantes a quienes claman. Ninguna persona en su sano juicio disfrutaría de un panorama como ese.

Por si lo anterior fuera poco, a la cuota de violencia administrada por los dirigentes nacionales, se sumó lo siguiente:
  • Detención arbitraria e ilegal de más de dieciséis jóvenes, tortura e intimidación.
  •  El ataque de parte del Gobierno de Nicaragua, realizado por 300 encapuchados de la Juventud Sandinista. 
  • El robo de más de un millón de córdobas en pertenencias personales de los presentes y donaciones.

*Datos de la página oficial  www.ocupainss.org

A dos años de denuncias, de interposiciones legales y manifestaciones tanto en las redes como en las calles, predomina la impunidad y las autoridades competentes no se pronuncian, incluyendo la evasión total que hacen la cantidad de medios oficialistas que respaldan la actitud irresponsable del Gobierno. Mientras se alardea de solidaridad y reconciliación, las acciones revelan una vez más la subordinación de los órganos del Estado frente a un par de individuos abusadores del poder que les ha sido confiado.

Hoy, a dos años de OcupaINSS
De ello, entonces, podrían desglosarse una cantidad de reflexiones, pero la más sobresaliente y la que menos puede importar, es la que alude al ejemplo que como Estado, como Gobierno, como instituciones defensoras de los Derechos Humanos, les están brindado a la juventud y a la sociedad en general. En Nicaragua se vive con una aberración a lo político, una repulsión total con lo que tenga que ver con organizaciones políticas, sociales y hasta causas que lleguen a implicar una bandera o el nombre de un partido. ¿Qué clase de futuros dirigentes políticos vamos a tener, por una parte, acostumbrados a abusar del poder y hacer lo que la ley del más fuerte indique y, por otra, viviendo de represión, violencia y apatía política?

Siendo más positivos, éste suceso podría ser el origen de una juventud más preocupada por los problemas sociales, incidente en la toma de decisiones e involucrada en los asuntos políticos. Éste podría ser el germen de un movimiento que desemboque en la inclusión de los ignorados, los empobrecidos y los que necesitan ser tomados en cuenta por la sociedad. Ejemplos de movimientos como éste en otros países del mundo ha dado origen a nuevas olas de cambio en todos los esquemas, ha sido el punto de partida para que la sociedad reflexione y se transforme.

Nunca antes Nicaragua se había unido en torno a un hashtag, ni había hecho uso de las redes para crear una campaña social. Los aires del nuevo milenio se vieron y aún siguen viéndose para causas como ésta. Por primera vez, la ciudadanía independiente, sin banderas partidarias y sin el apoyo de movimientos políticos tradicionales, se había pronunciado y había alzado la voz con tanta intensidad. ¿Y eso por qué? Por la ineficacia de nuestros partidos y representantes.

Tal fue que cuando arribaron a la protesta algunos diputados, fueron rechazados por los manifestantes y coreaban juntos: "aquí no hay partido, solo un pueblo unido", lo que refleja el real sentimiento de la sociedad de identificarse simplemente como ciudadanos, sin el respaldo de organizaciones políticas y sin necesidad de ser representados por la misma clase política corrupta de siempre.

De esa forma, la esperanza para Nicaragua radica en la construcción de ciudadanía. Hasta que cada nicaragüense esté consciente del poder que tiene como ciudadano, de sus derechos y garantías, nuestro país podrá experimentar un cambio en la forma de protestar, de reclamar sus derechos y de hacer política. OcupaINSS le ha devuelto a buena parte de la sociedad ese sentimiento de seguridad, de saber que cuando se quiere, se puede, a pesar de cualquier represión y de cualquier abuso.

La tarea entonces es nuestra, de todos y cada uno de los ciudadanos, de aquellos que, si bien hoy pueden estar tranquilos, mañana podrían estarse viendo en una situación similar, robados, violentados e ignorados por los supuestos líderes. Para ello, es menester crear consciencia, organizarse y fomentar acciones ciudadanas con proyección nacional. Que OcupaINSS no se olvide, que quede presente en nuestro inconsciente y que constituya la bandera de todos aquellos que queremos y creemos en un cambio social que desemboque en un cambio político.

¡Ánimo chavalos y chavalas, ánimo nicaragüenses deseosos de un cambio, ánimo a todos los que creen y luchan por una Nicaragua mejor!


Pedro Salvador Fonseca

domingo, 21 de junio de 2015

Despierto y ¡VACACIONES!


Una mañana grisácea, nublada, fría y con llovizna; una taza de café que contrasta con el bravo hielo exterior; las campanas de la iglesia que entonan el Pange lingua en su compás; los pocoyos que cantan anunciando el crepúsculo y la tan peculiar sensación que indica una sola cosa: vacaciones. Vacaciones en una típica mañana norteña nicaragüense, envuelta en la bruma y el rocío de los tabacales, sin más obligaciones que respirar el aire puro y tomar a sorbos el café obligatorio matutino.

Las vacaciones de Universidad, aún con esa despreocupación de saber que el día no se irá más que con letras, música, enrollado en un sillón o caminando por las calles del pueblo visitando a las tan queridas amistades. Esas temporadas en las que se recargan las baterías después de los exámenes finales, el estrés y el cansancio, semanas para dedicarlas al completo descanso, a la hibernación y a despejar la mente. Pero no se vaya solamente a caer en el ocio. Para los que nos aburrimos de hacer la misma cosa por un tiempo prolongado, hay que ingeniárselas para cambiar de actividades y aprovechar al cien las vacaciones.

Estos tiempos de universitario son tan interesantes, por una parte se disfruta la satisfacción de haber terminado otro ciclo, la ansiedad de saber que pronto se iniciará otro más cerca de concluir y llegar a la meta, y esa indescriptible emoción de saber que tenés un tiempo para hacer lo que te plazca. Pero, por otra parte, está la nostalgia de haber culminado las clases, dejar de verte a diario con tus amigos y compañeros, saber que ya no vas a recibir las mismas clases y los nervios de pensar qué nos ha de deparar el futuro. Así de agridulce es esa transición. Sin embargo, a pesar del esfuerzo resiliente de afrontar ese cambio, la simple idea de saber que vas a poder hacer lo que más te gusta en las vacaciones, como que es suficiente para eliminar melancolías.

Perder la noción del tiempo, dormir en el día y dar guerra por la noche; comer como si la comida te la regalaran; pasar en conserva, sin baño, todo un día entero; escuchar tus canciones favoritas a todo volumen y entonarlas mejor que el cantante mismo; quitarte la pijama, bañarte y volverte a poner la pijama; no arreglar tu cama porque es trabajo innecesario; leer, ver y oír las noticias de todo el mundo desde que amanece hasta que anochece (bueno, este es un gusto personal sumamente raro), tuitear, leer y escribir lo que querrás todo el día, “si esto no es felicidad que baje Dios y lo vea y aunque no se lo crea, esto es gloria” diría Miguel Bosé.

En lo personal, no me resta más que desearles un feliz tiempo de descanso, de distracción, sin olvidar perder la línea de aprender siempre cosas nuevas y provechosas. Todos tenemos el derecho de holgazanear, sobre todo si aún somos jóvenes y universitarios, por supuesto que hay que aprovechar para salir de juerga una que otra vez y abrazar la cama hasta que nos aburramos. El detalle está en que no todo es vagancia, así que no duden en aprender cosas nuevas, leer buenas historias, aprovechar a las personas que la rutina les impide disfrutar y proponerse nuevos retos en base a los errores del anterior período de clases.

¡Coman, duerman y piensen!


(No olviden revisar las noticias una que otra vez e informarse de lo que está pasando en el país y en el mundo. Hay que saber qué pasa para saber qué cambiar.)

sábado, 2 de mayo de 2015

Liniers, una vida llena de hacer cosas por primera vez

Ricardo Siri Liniers, historietista argentino

Enriqueta es una de las protagonistas de las caricaturas del genio argentino Liniers, quien con su infancia, astucia ingenua y gustos extraordinarios, nos maravilla con sus pensamientos y con sus vivencias diarias cargadas de sencillos, pero grandes mensajes para la vida.

Ésta imagen me pareció particularmente especial por el deseo de Enriqueta. Después de haber escalado un árbol, quizá con muchas dificultades, quizá después de varios intentos y con mil miedos y congojas, logró descubrir un nuevo mundo, explorar nuevos lugares y, sobre todo, nuevas sensaciones. ¿Qué más valioso en esta vida tan corta que hacer las cosas por primera vez?

Colón murió en la ignorancia de haber descubierto un nuevo mundo, pero murió satisfecho por haber descubierto una nueva ruta comercial. Newton descubrió la Ley de la gravedad. Bach incursionó en el mundo de la música, transformándola históricamente. En fin, ni vos ni yo somos Bach o Newton, pero también hemos disfrutado de hacer cosas por primera vez.

La primera vez que decimos “papá” o “mamá”, la primera vez que logramos andar en bicicleta sin las rueditas de precaución, la primera vez que aprobamos una clase con cien, la primera vez que damos un beso o la primera vez que la vida nos lleva a una oficina para empezar una carrera laboral.

La primera vez que ganamos algo, la primera vez que nos dan un cheque como salario, la primera vez que recibimos la noticia de que seremos papás, la primera vez que perdemos o fracasamos.

O la primera vez invaluable en que admiramos en primera fila todo lo anterior, pero vivido por nuestros hijos. La vida es una constante repetición de primeras veces que traen consigo nuevas sensaciones, nuevas mariposas en el estómago o nuevos nudos en la garganta.

Para experimentar nuevas cosas no existe fecha de jubilación. No hay mejor vida que la que te permite probar nuevas experiencias a menudo, nuevos árboles que escalar, nuevos paisajes luminosos que degustar desde las cúspides de esos árboles, y, más que eso, personas invaluables que te acompañen en esas expediciones.

Enriqueta tiene a Fellini (el gato travieso y leal, compañero de vivencias) quien con sus invenciones ameniza sus días y ameniza los días de quienes vemos sus caricaturas. Son un complemento, una ecuación perfecta.

No me resta más que unirme al coro de Enriqueta y pedir una vida llena de hacer cosas por primera vez.

El autor



lunes, 20 de abril de 2015

Vida: ¿Resistencia o velocidad?

A menudo nos encontramos en la penosa situación de querer avanzar, de no detenerse, de seguir e ir más y más rápido. Nos preocupamos sobremanera por terminar lo que a veces ni siquiera hemos empezado. Queremos progresar a cualquier costo y terminar una etapa aunque implique quemarla, como si el sistema no nos impusiera ya demasiadas normas absurdas. Esa es nuestra vida, la vida que se resume en pequeñas circunstancias y que con cada parpadear se va perdiendo en la nada de nuestra existencia.

Nacemos, balbuceamos nuestras primeras palabras, aprendemos a caminar, golpe tras golpe, caída tras caída, cuando de pronto estamos estrenando uniforme de colegio para ir al kínder y nos ponemos -un ratito después- el uniforme más elegante que tengamos para ir a recibir nuestro diploma al dejar, por fin, la secundaria. Ojalá y todo este lío fuera tan rápido, pensaremos muchos. Ojalá vivirlo fuera como contarlo, luchando contra el reloj, contra los innumerables problemas, contra las travesuras infantiles que podrían ir progresando a medida en que nuestra consciencia más bien va retrocediendo.

Algunos ni siquiera hemos salido de la secundaria cuando ya estamos viviendo una vida de adulto profesional. Otros quizá estemos viviendo la plenitud de los cuarenta como si fuéramos aún aquellos colegiales adolescentes. Muchos otros, tal vez, estén únicamente sentados esperando aquello que añoraron tanto y que creyeron caería del cielo. Y muchos otros, por circunstancias tristes de esta injusta vida, es muy posible que con apenas 5, 8 o 10 años, ya estén viviendo, trabajando y sufriendo las penurias comunes que nos invaden a los adultos.

Unos adelantados, otros atrasados, otros inertes o inanimados, y muchos otros viviendo el día a día con paciencia, confianza y prudencia, sin poner el pie izquierdo sin saber dónde se pondrá el derecho. A veces solemos quemar etapas sin imaginarnos siquiera las consecuencias que eso conlleva. Si estamos en la Universidad, queremos terminar la carrera en menos tiempo para luego empezar otra, después hacer por lo menos dos maestrías y obtener finalmente un doctorado para cuando tengamos treinta. Nos preocupa más hacer las cosas rápido que hacerlas en tiempo, en forma y disfrutando cada momento de cada experiencia.

Cuando en el colegio recibíamos la clase de Educación física y se nos exigía hacer distintas pruebas, que la verdad no sé ni qué probaban, me llamaba mucho la atención que según nuestro peso, edad, altura, entre otros rasgos físicos, se nos asignaba tanto un período para las pruebas de resistencia, como para las pruebas de velocidad. Lo curioso es que para las pruebas de resistencia, cada estudiante tenía un tiempo determinado distinto. Por ejemplo, tenían que darse 3 vueltas corriendo a un campo entero (que cuando yo lo hacía me sentía Phileas Fogg dándole la vuelta al mundo en 80 días) en un tiempo específico, que variaba en cada estudiante según los rasgos anteriormente mencionados. Todos corríamos, pero no todos terminábamos de dar todas las vueltas al mismo tiempo. Y como siempre tienen que haber perdedores, en esta prueba perdía solamente quien no completaba la prueba en el tiempo estipulado.

Contrariamente, cuando hacíamos la prueba de velocidad, se nos exigía correr con otro compañero, en pareja, en la misma distancia al mismo tiempo. Como es obvio, se trataba de una prueba de competencia de suma cero en la que siempre había un perdedor y un ganador. Las reglas entre una prueba y la otra eran muy distintas. En una prueba solo debías preocuparte por mantener la respiración, correr y cumplir con tu tiempo en tiempo y forma, disfrutando cada momento del campo y de la carrera. En la segunda, debías preocuparte por llegar primero a la meta y ganarle a tu contrincante.

La vida ciertamente es una prueba, una carrera, pero cada uno ha de encontrarle su sentido y ha de diferenciar bien si se trata de una carrera de resistencia o de velocidad. En mi opinión tan sobria, he de admitir que la vida no es más que una carrera de resistencia en la que lo único que importa es mantenerse en pie, fuerte, en constante cambio y con la seguridad que solo nos da la prudencia de saber qué se nos avecina y la resiliencia para reaccionar ante los cambios próximos.

Erróneamente llegamos a interpretar que la vida es una carrera de velocidad en la que mientras más rápido terminemos una etapa en la vida, a pesar de no haberla disfrutado al máximo, es mejor. Estamos constantemente buscando un contrincante con quien competir o peor, a un semejante a quien hundir para nosotros supuestamente progresar. Es mejor hacer lo que nos toca, en el tiempo en que nos toca, y qué mejor si nos ganamos algunas sonrisas en el trayecto.

En la vida como carrera de resistencia, los únicos perdedores son aquellos que no aprovecharon el tiempo que les fue asignado para recorrer su campo. En la vida, que al final es una carrera, es más importante descubrirse, conocer sus capacidades y emplearlas para disfrutar del viaje. Cuando al final el profesor de Educación física suene el silbato, habremos tenido un viaje fascinante y habremos aprovechado todo el tiempo al máximo, por mucho o poco que fuera.


Preocupémonos pues por mantenernos fuertes y valientes, en lugar de quemar etapas y causarnos unos malos sabores de boca, pues la vida es más bien una carrera de resistencia, que una carrera de velocidad. No olvidés ponerte unos deportivos cómodos, equiparte con agua y ponerte los audífonos con buena música para la carrera.

Pedro S. Fonseca H.

domingo, 5 de abril de 2015

Tiempos de Pascua, tiempos de cambio

Camila abrió la puerta de la habitación, encendió la luz y más dormido que despierto entre pensamientos dormidos, me preguntaba por qué habría de despertarme con tanta euforia, si sabía lo quisquilloso que soy con el sueño y mi descanso. Quizá exagere un poco, no hubo tal euforia, y Camila entró con el mayor de los cuidados, sin embargo eso bastó para recordar que ayer había sido viernes  y, que por ende, hoy sería sábado, y como estábamos en semana santa, entonces sería sábado santo. Se me complica demasiado caer en la cuenta de las cosas cuando recién me despierto, a veces suelo pensar que de tomar decisiones en ese estado, sería capaz de vender incluso hasta mi alma.

Por costumbre, ni mi familia, ni yo, hemos salido jamás durante la semana santa. Afortunadamente Camila tampoco tenía la costumbre de salir durante estos días, aunque tampoco hemos sido de los que van a diario a la Iglesia. Camila ha sido católica de por vida, de padres convertidos a la Iglesia evangélica, y yo, pues, católico por considerarlo la opción más racional, pero de muy poca devoción, y de esos católicos rebeldes que se preguntan por todo y lo contradicen todo. En mi país suele ser libre la mitad de la semana, y, para algunos, incluso la semana entera. Culturalmente la gente suele viajar en familia a los balnearios, las playas, llenándose de visitantes toda la Costa del Pacífico. Para algunos es solo un tiempo de descanso, para otros son unos días llenos de santidad y penitencia, y para otros es el momento idóneo para convertir el país en una Sodoma, más de lo que ya es.

Después de caer en la cuenta de que era sábado santo y al ver que Camila buscaba algunas toallas en el armario, decidí despertarme. Abrí los ojos, me quedé acostado y le di los buenos días a Camila que, al parecer, había empezado desde temprano su jornada laboral casera. Los viernes santos tienen una particularidad en el ambiente, capaz de introducir en una profunda reflexión a cualquiera: cristiano, no cristiano, católico, no católico, ateo o quien fuese, bastaba con alertar los sentidos, mirar al cielo, respirar hondo y sentir que en el ambiente predomina algo extraordinario.

La luna se disfraza de esplendor, ilumina las atmósferas de los enamorados, reviste de claridad los pensamientos vagos, inspira a los poetas y consuela a quienes velan al crucificado. El aire se torna pesado, las calles se desprenden como después de un tornado, las iglesias se transforman en sepulcros y las marchas fúnebres invaden la serenidad del medio. Es imposible, por más distante de la fiesta religiosa que se esté, que no se pueda sumergir al alma en una meditación introspectiva del ser, capaz de descubrir los porqués de la existencia y descubrir la soledad acompañada.

No es, por tanto, casualidad que las fechas pascuales coincidan con ese ambiente tenue y capaz de transformar cualquier alma. Y es en eso en que (me imagino) ha de consistir la pascua, una experiencia esclarecedora para renovar el ser, para cambiar aquello que quizá uno no se dé ni cuenta de que hay que cambiar. Camila solo me miraba con extrañez por la forma en que mi atención se dirigía por completo al techo de la habitación, seguro se preguntaba si aún continuaba dormido, pero con los ojos abiertos, como cuando soñás despierto o tu razón se distrae de tu realidad.

Como fanático de los cambios, siempre he pensado que nunca hay mejor tiempo de cambio que cuando se decide cambiar, y la Pascua debiera ser ese momento de autoevaluación en que se descubre, finalmente, qué es lo que se debe cambiar en particular.  Es de soberbios pensar que se está del todo bien y de arrogantes decir que no hay nada qué mejorar. Tengo un empleo que me permite funcionar a plenitud y con fascinantes experiencias a diario; una relación estable con Camila; un hogar que ambos compartimos con Strauss, el gato blanco de cola marrón que me recibe todos los días cuando regreso a casa, y una rutina de vida placentera, sin quejas ni zozobras. Entonces, ¿qué debo procurar cambiar? Ahí empezaba mi viaje por mi subconsciente cuando Camila me preguntó si quería desayunar, apenas recuerdo haber asentido.

Atravesaba rápidamente mi vida como una película, más el silencio en mi entorno y la calma en mi habitación interrumpida únicamente por las entradas y salidas de Strauss, como asegurándose de que estaba vivo, porque me encontraba tendido en la cama, viendo al cielo y apenas respirando. No encontraba ninguna deficiencia que necesitara de alguna revisión, no encontraba aún ningún error en mi vida, en mis allegados, hasta que de pronto caí en el tan trillado amor y en la forma en que se ama. Camila vivía reprochándome lo extraña que debía ser mi forma de amar y de transmitir el amor en sus distintas expresiones. Por ocasiones parecía una roca inerte e incapaz de expresar amor y, por otras, parecía todo un jardinero con hierberas y azaleas por cuidar y atender.

Los asuntos del amor, si bien son complicados, son completamente espontáneos. No comparto la idea de expresiones uniformes de amar, ni de personas que procuran un amor estructurado de una forma específica o prefabricada. Asimismo, repruebo la tendencia de sobrevalorar el amor pasional o conyugal, por sobre los demás tipos de amor, como el fraterno, el amistoso, el familiar, etc. Todas y cada una de las formas de amar son vitales para la salud del alma y la plenitud de la existencia. Como el aire al cuerpo y la sangre. De ahí me imagino que debió de haber surgido la relación entre el corazón y el amor.

Siempre he preferido a la gente que es feliz, a la que simplemente está feliz. Es cuestión de tiempo, como todo. Quien está feliz, puede que en un determinado momento deje de estarlo, pero quien es en realidad feliz, podrá tener altibajos, pero jamás dejará de serlo. En ese justo momento descubrí que mi lucha diaria debía orientarse a la búsqueda plena del “ser feliz”, en lugar de atiborrarme de momentos que sólo habrían de garantizarme una felicidad momentánea. La pascua, vivida desde mis zapatos, más los aires primaverales con el “vals de las flores” de Tchaikovsky como trasfondo, habría de procurarme ese nuevo descubrimiento y me había inspirado ese nuevo cambio en mi “perfecta” realidad.

Sobre todo, creo, descubrí que uno puede estar llorando o atravesando un manantial de problemas y paralelamente conservar la felicidad plena. En eso consiste la felicidad vista desde mi microscopio. Igualmente desisto de la idea de buscar manuales de felicidad. El único manual de felicidad es mi vida y las experiencias que la vida misma me va permitiendo vivir.


Camila me llamó para preparar el café, pues insistía en que a mí me quedaba mejor que a ella. Yo en realidad lo sentía igual. Busqué mis sandalias debajo de la cama, y salí. 

jueves, 19 de marzo de 2015

La generación Matilda

Deberías escuchar ésta canción mientras leés la entrada: Thurston Harris-Little Bitty Pretty One

Es casi seguro que si naciste durante, o después de los 90’s, ésta frase te parecerá sumamente familiar: “Yo soy grande, tú pequeña. Yo estoy bien y tú estás mal. Yo soy listo, tú tonta. Y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo…” Y sí, seguro se te vino a la mente el rostro de pocos amigos de la directora del Colegio al que asistía Matilda. Esa es la misma frase que tanto Harry (el papá de Matilda) como Tronchatoro (la directora) le repiten numerosas veces a la pequeña protagonista, maga de la sabiduría, en el éxito filmográfico de los años 90, “Matilda”.

Matilda
Véanse las diversas figuras de poder, los distintos tipos de poder y las numerosas formas de ejercer ese poder que en una película infantil puedan aparecer, y los resultados que se pueden conseguir a raíz de ello. Apuesto a que te has encontrado, como mínimo, unas 5 veces esa película en la televisión, y siempre te ha llamado la atención la figura de una pequeña, en medio de un entorno atiborrado de consumismo, superficialidad e ignorancia y una familia desinteresada por el compromiso, sobrepasando incluso la frontera de la corrupción y el embuste.

La trama de la película se desarrolla entre las vidas análogas de una niñita y una profesora de colegio, ambas víctimas del poder autoritario, de la injusticia y de la represión, pero con la misma visión de crecimiento y lucha por la felicidad a través del conocimiento, los libros y el servicio a los demás. Entre muchos detalles importantes para reflexionar del recomendadísimo filme (ojo: ¡Recomendadísimo!), he de centrarme, en ésta ocasión, en la injusta relación asimétrica entre los chicos y los grandes, entre los que tienen y entre los que no tienen, y entre los que “saben” y los que “no saben”.

Seamos sinceros, ¿nunca has sido víctima de alguna injustica de cualquier tipo? Pues yo sí y Matilda también. ¿Cuántas veces en la vida no nos hemos visto de frente con alguna Tronchatoro que se siente superior a nosotros y cree que puede hacer con todo lo que tenga alrededor lo que quiera? Pues bueno, es ley de vida que más temprano que tarde “a todo chancho le llega su sábado”. Y a Tronchatoro desde luego que le llegó.

Tronchatoro
A grandes rasgos, Matilda puede caracterizarse como una niña dada a la lectura, deseosa por conocer nuevos mundos a través de los libros, ávida para las matemáticas y curiosa con todo lo que le rodea, capaz de poner en tela de juicio hasta a sus muérganos padres. Y es ahí donde se manifiesta la tremenda diferencia entre ella y los mismos. Su papá, un vendedor de autos obsoletos, remendados y a precios exorbitantes, es decir, un ladrón. Su mamá, una mujer distraída del mundo, egocéntrica y despreocupada de lo que no sea su cabello teñido y sus programas de televisión. Al final de todo, el problema no es que ella tenga los padres que tiene, sino que no le permitan ni estudiar, ni cumplir sus sueños tan infantilmente llenos de sabiduría.

Siguiendo la trama, aparecen otros personajes como la profesora Miel, una joven mujer sufrida, con una triste historia, pero que encuentra su felicidad enseñando en una escuela primaria dirigida por su tía, la directora Tronchatoro, una mujer infeliz, de carácter fuerte, violento y capaz de haberle quitado la vida a su hermano con tal de quedarse con su fortuna. Fácilmente, entonces, pueden identificarse  los malos de la película y los que claramente nos van dando un ejemplo de poder vil y autoritarismo desmesurado.

La idea no es contarte la película que seguro te la sabés mejor que yo, la idea es reflexionar en dos puntos en específico: la chiquilla atrevida y la grandota muy segura de sí misma. Si la chiquilla no hubiera tenido una pizca de curiosidad desde pequeña, si no le hubieran llamado la atención los porqués de su realidad, sino se hubiera creído capaz de enfrentar a sus enemigos y aplicar todos sus conocimientos para lograr equilibrar la balanza de su vida, la película hubiera tenido otro desenlace.
A lo largo de la vida nos vamos a encontrar con ese típico descendiente de Godzilla que, además de creerse superior a todo lo que le rodea, te va a hacer creer que sos un inútil, incapaz de todo e inepto incluso hasta para expresarte. Para muchos serán sus propios padres, para otros serán sus superiores, su jefe, sus profesores, o sus mismos problemas y realidades. Pero, ¿a pesar de ser un joven de la “generación Matilda” vas a dejarte oprimir por los Tronchatoros descendientes de Godzilla que la vida pone en nuestro camino? Espero que no.

Matilda inició su lucha enriqueciéndose de conocimiento, me imagino que todavía recordás el cochecito rojo en el que transportaba sus libros de la biblioteca a casa; se preparó en medio de libros y decidió -por cuenta propia- ir a la escuela. Luego adquirió una serie de dones extraordinarios que le hacían la vida un poco más fácil. Y sí, seamos realistas, ni vos, ni yo vamos a poder mover las cosas de su sitio con súper poderes o hacer volar a alguno de los compañeros de clase, pero tal vez después no te vas a quedar callado cuando te digan que no podés hacer algo o cuando te quiten algo que te pertenezca; vas a poder decidir por vos mismo y vas a poder irte abriendo camino en ésta larga competencia que se llama vida.

Matilda no sólo fue capaz de defender sus propios derechos, también pudo defender los derechos de sus amigos, los derechos de su profesora, logró poner en su sitio a su Godzilla y lo tal vez más trascendental de todo: sentirse importante, única y capaz, fuerte ante los obstáculos y con criterio propio para decidir qué hacer con su vida -uno de los más graves problemas de la juventud-. Asimismo, sin su atrevimiento característico, Matilda no hubiera podido hacer nada de lo que hizo. Orientó positivamente sus travesuras para conseguir sus fines, armó una revolución pacífica y consiguió darle un giro tremendo a su realidad.

Siempre y cuando nos tracemos un propósito, nos formemos para la batalla y tengamos claro quiénes somos y adónde vamos, podremos conseguir todo lo que nos planteemos. De la película podremos hablar horas de horas y encontrar numerosos detalles con moraleja, éste es uno, y quizá uno de los más importantes. ¿Quién diría que de una película infantil podrían salir tantas teorías filosóficas? Pues ya ves, el sentido está en encontrarle el mensaje a todo y aplicar a nuestra vida lo bien de ello que podamos aprender.


Pedro S. Fonseca H.