Respecto del atentado en Orlando y
la masacre LGBT por manos del radicalismo islámico no había querido
pronunciarme, en primer lugar, porque en medio de la furia, la frustración y la
indignación, difícilmente podrían surgir las palabras prudentes y, en segundo
lugar, porque todos hablan, todos tuitean, todos opinan y temía llegar a
sostener verdades absolutas igual o más fundamentalistas que los propios
pensamientos del terrorista.
Pero bueno, lo que no se puede poner en
duda es que este avistamiento se ha tratado de un crimen de odio hacia un
sector social desentendido y que ha sido particularmente víctima del odio, la
intolerancia y la incomprensión por parte de la sociedad desde siempre. Por muy
sorprendente que parezca, esta matanza ha sido simplemente la prolongación
extrema de un trato hacia un sector de la sociedad considerado aberrante, antinatural
y, por tanto, no merecedor de aceptación y, mucho menos, de derechos de ningún
tipo. Y, aunque queramos hacernos de la vista gorda y admitir que en Nicaragua
no hay matanzas o balaceras, el maltrato hacia los “distintos” y la discriminación
por parte de “nosotros” hacia “esos” en nuestro país, es muy vigente y hasta
legitimada.
Es necesario considerar que los
problemas de Nicaragua, un país del cuarto mundo, son muy distintos a los de
los países más desarrollados y que, mientras allá se preocupan por darles
derechos a quienes nunca los han tenido, acá nos preocupamos por rebuscar el
alimento, buscar la influencia en el Gobierno para conseguir algún trabajo y
pedir láminas de zinc para que el invierno no moje a nuestras familias. Es
cierto que pedirle a alguien que apenas y tiene qué comer trate de desaprender
los estigmas sociales heredados de antaño como la discriminación y las fobias
puede hasta ser ofensivo, pero más vale ir pensando qué hacer como sociedad
para palear tanto maltrato o las consecuencias podrían ser fatídicas.
Nicaragua puede ser catalogada aún como
una sociedad parroquial, ultra conservadora y clerical, sumisa ante el raquítico
pensamiento del profesor, el cura, el pastor o el acalde e incapaz de pensar por
sí misma. Es una realidad que entre nosotros no son toleradas las personas “diferentes”
o aquellas que no reúnen ciertas características consideradas como “normales”;
el “gordo” es motivo de burla, el “chaparro” (y a veces hasta por motivos de
salud) es también motivo de burla, el “mongol” es motivo de burla, el “cochón”,
el “negro”, la “beata”, el “manito quebrada”, la “marimacha” y ni hablar de las
personas trans que hasta son vistas como cosas que jamás podrían llegar a ser
personas.
Juzgar nuestros actos y pensamientos es
un acto atrevido, pero necesario. Confrontar las ideas del profesor, del cura,
del pastor o del alcalde es un acto atrevido, pero urgente entre nuestra sociedad.
Y lo califico como atrevido porque criticar lo que uno más ama, defiende o
predica es sumamente difícil, pero es eso o entonces dar paso a actuaciones
como la de Orlando. Si la fe, la ideología o la enseñanza te obligan a marcar
diferencias entre vos y tus cercanos, entonces estás doblemente obligado a
repensar esa fe, esa ideología o esa enseñanza.
También debe tenerse en cuenta que
nuestra sociedad nicaragüense no ha sido construida, sino más bien improvisada
y que los valores democráticos, el respeto hacia las diversidades, la
libertades individuales y, mucho menos, el respeto y la libertad hacia la
diversidad sexual son aún temas tabú o medianamente asimilados. No obstante, es
menester igualmente reconocer que hay muchas organizaciones que trabajan para
construir esa sociedad que tanto anhelamos y que pretenden cambiarle el
microchip a muchos ciudadanos que, por ignorancia, desconocen que se puede ser
distinto, que los esquemas pueden romperse y que lo que una persona tiene entre
las piernas no le define, como es el caso de las personas trans.
Volviendo al asunto del terrorismo, con
respecto del Islam, me parece que es otro asunto que debe debatirse y su
radicalismo es un parásito que debe erradicarse en su propio seno. Es alarmante
que países musulmanes condenen la homosexualidad con la muerte y más del 90% de
la población de algunos países islámicos considere la homosexualidad como un
comportamiento moralmente erróneo. Por tanto, decir que el Islam no está detrás
de los atentados terroristas es como decir que el propio Cristianismo no estuvo
detrás de la Inquisición algunos años atrás.
Si
como sociedad mundial aún nos queda mucho trabajo por hacer, como sociedad
nicaragüense nos queda muchísimo. Gracias a Dios, en las calles, en las
bibliotecas, en las escuelas y universidades, uno se encuentra con personas
amantes de las libertades, a profesores, curas, pastores y políticos que
apuestan por una sociedad democrática y diversa, capaz de acoger e incluir a
quienes han sido discriminados históricamente y empeñada en heredarle a
nuestros hijos e hijas, no hipocresías morales y roles impuestos, sino valores
éticos y humanos con mayores y mejores derechos y libertades.
Pedro S. Fonseca H.