domingo, 15 de noviembre de 2015

Versos y pensamientos vagos...



Le confieso que no hay gesto más sublime que su cómplice mirada cuando nadie nos ve y sepa usted que uno de los más apreciados detalles que puede hacerme es llamarme por mi nombre.


Soy inerte, inconsistente, inacabado e inconsciente, soy muchas cosas. Soy incesante, ni tan inteligente, ni tan interesante, pero muy insistente, sobre todo cuando encuentro lo que quiero y, aún más, lo que necesito.


¿Cómo le digo que la medida de mi tiempo es directamente proporcional a las veces en que le tengo? No me importa que no me hable, me basta con saber que usted no deja de pensar en mí. Pero, ¿será que vale tanto la pena esperar? Por usted yo soy capaz de hacer no sólo lo que no puedo, sino de hacer lo que no quiero...

domingo, 18 de octubre de 2015

Y qué...

No sé qué tiene la vida
y qué tengo yo, que
vivirla no puedo.
Qué tiene el cielo
y qué tienen tus ojos
que cambian de color cada vez que los veo.
Qué tiene la lluvia
y qué tiene mi lágrima
que no paran de caer.
Qué tiene la música
y qué tiene el recuerdo
que me acercan a vos y me alejan de mí.
Qué tiene el azahar
y qué tiene tu perfume
que distraen mis pensares y sentidos.
Qué tiene la certeza
y qué tiene tu sonrisa
que disipa y ahuyenta mi melancolía.
Qué tiene la gaviota
y qué tiene tu palabra
que exacerba mi deseo de tenerte.
Mi deseo, sí, mi deseo
porque solamente se anhela
aquello que no se tiene y que tal vez,
solo tal vez, se ha tenido.
¿Cómo se hace para ser
si no sé qué hacer
cuando sos y hacés sin mí?
Que mientras no seas
y no hagas conmigo,
soñaré buscando el siendo.

martes, 13 de octubre de 2015

¡Si entendés estos 10 puntos sos un verdadero exMOEA!


Para tantos universitarios de todo el hemisferio que con seguridad vivieron en carne propia una de las experiencias internacionales que más marcaron su carrera y hasta su vida: el MOEA (Modelo de la Organización de los Estados Americanos).

Aquí, diez experiencias que sólo ellos podrán entender…


  1. Sos un experto en vistos, considerandos y resuelves.
  2. Seguro quedaste traumado hablando en tercera persona, ¿verdad que sí?
  3. Desarrollaste una extraordinaria capacidad para despertarte, arreglarte y transformarte en todo un embajador después de toda una noche de full party. (No lo negués).
  4. También te mordías la lengua cuando se te olvidaba el dichoso “cedo mi tiempo restante a la mesa”.
  5. Llegó un punto en que quisiste hasta declararle la guerra a otro país en pleno debate.
  6. Llegaste a considerar vender tu alma por una firma para tu resolución (yo sé que sí).
  7. Te sentías en House of cards de corbata y maletín negociando tu resolución. (Falda, plataformas y seducciones femeninas para las mujeres).
  8. Terminaste el MOEA y ya ni sabías si hablabas como peruano, venezolano, colombiano o chileno.
  9. Fuiste embajador por unos días y sabés que eso no tiene precio.
  10. Lo mejor de todo: hiciste más que amigos, hiciste hermanos de todos los rincones de las Américas que, a pesar del tiempo y la distancia, siempre serán tus amiguitos MOEA.



Éstas sensaciones con seguridad aún permanecen en el recuerdo de quienes vivieron al cien esta experiencia MOEA que produjo grandes amistades, grandes aprendizajes y grandes emociones.

De un exMOEA más

miércoles, 30 de septiembre de 2015

El alma que no sabe lo que busca

¿Dónde, cuándo y cómo va el alma?
¿Y por qué va?, dice el desasosiego,
que sumergido en penas, adolorido y sin calma,
recorre el perímetro vacío de tiempo.

Tiempo, ¿quién dijo tiempo?
El reloj se oculta en la penumbra de las horas,
se entristece el día en el calor del viento
y la sangre brota sobre la tarde que llora.

Y a pesar de la calidez del sueño
la impaciencia apremia
y el anhelo clama.

Las golondrinas vuelan
sobre el cielo en llamas
de pensamientos ruines y heridas sin cama.

El autor.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Líderes absolutistas del siglo XXI

Actualmente, los conceptos de jefe, líder o director de alguna empresa o institución, en comparación al uso que se le daba otrora, han cambiado sobremanera y se mantienen en constante actualización según el contexto. En el siglo XVII, era común encontrarse con gobernantes absolutistas como el gran monarca Luis XIV cuyo absolutismo fue tal que llegó a resumir todos los componentes, derechos, facultades, riquezas y responsabilidades del Estado en una sola persona: él mismo; profiriendo su más afamada frase “el Estado soy yo”.

Los límites de una autoridad en el pasado eran muy escasos y el margen entre el rey y el subordinado era inmenso. Sin embargo, no sólo pasaba en las esferas monárquicas de los gobiernos de los estados, sino que sucedía también en las empresas, las oficinas, las iglesias, las familias y en todas las esferas en las que habían estratos, jerarquías o  estructuras. En el siglo pasado, aún, era muy común encontrarse con el típico jefe que te trataba, te hablaba y te miraba como si tu existencia no valiera nada y tu vida dependiera únicamente de él o de ella.

Pero, ¿en nuestros días creés que son válidas esas actitudes y esos tratos entre las autoridades y los subordinados? ...Lo mismo me pregunto yo.

En pleno siglo XXI, en el que se habla de un liderazgo eficaz y en el que las personalidades más adineradas y poderosas del mundo visten jeans y calzan deportivos, las figuras de autoridad absolutistas vienen cayendo más bien en la ridiculez. El estereotipo de jefe cada vez más va perdiendo legitimidad y está siendo reemplazado por la figura del líder, una persona capaz de administrar, no sólo recursos económicos y materiales, sino a un equipo de personas con los mismos derechos que él o que ella. Un líder es básicamente una persona entusiasta y emocionalmente inteligente que sabe gestionarse a sí mismo para poder gestionar a toda una empresa o a todo un país.

La tarea de un líder es siempre mantener la unidad del equipo. Si una autoridad en cualquier cargo tiende a dividir, en lugar de unir,  con seguridad no  estamos hablando de un buen líder. Y no precisamente un líder tiene que ser el Presidente de la República, un líder comunitario, el Director de una escuela o el jefe de una gran empresa, no, un líder puede ser el responsable de un equipo de trabajo en el colegio, el coordinador de algún proyecto o cualquiera que tenga bajo su responsabilidad a un equipo de personas con una misión en específico.

Y, como a veces es más fácil definir algo por lo que no es que por lo que es en sí, éstos cuantos factores contribuirán a definir las actitudes que jamás debe tener un líder:

  • Un líder jamás da órdenes y se sienta a esperar resultados, el líder distribuye responsabilidades y acompaña al equipo hasta culminar la misión.
  • Un líder no se cree más que nadie, el líder es simplemente un primus inter pares, es decir, el primero entre iguales.
  • Un líder jamás exalta el “yo”, habla de “nosotros”, habla del equipo y reconoce sus méritos.
  • Un líder no divide el equipo, el líder es el mayor responsable de mantener la cohesión entre las personas.
  • Un líder no es indispensable, el líder es consciente de su rol y de que es igual de importante que el resto.
  • Un líder nunca atenta contra las libertades y las convicciones de los demás, el líder comprende las personalidades y respeta la diversidad de opiniones.
  • Un líder no grita, un líder habla.
  • Un líder no resuelve los problemas con violencia, el líder dialoga y entiende.
  • Un líder no es eterno, el líder sabe que su principal responsabilidad es formar líderes que le sucedan.
  • Un líder no tiene subordinados, tiene iguales.
  • Un líder no se cree sabio absoluto, el líder está siempre abierto a aprender y a corregir sus errores.
  • Un líder no habla hacia abajo, habla de frente.
Y, finalmente:

  • Un líder no es perfecto, ni infalible, un líder es capaz de asumir sus errores, de reconocerlos y enmendarlos.

A partir de éstas cuantas letras empecemos entonces a reflexionar sobre nuestras experiencias de liderazgo y a cuestionar la labor de nuestros dirigentes nacionales e institucionales. Nicaragua necesita cada vez con más urgencia de buenos líderes capaces de administrar correctamente los recursos de nuestro pequeño, pero rico país. Y, como comparto siempre parafraseando a Francisco de Asís: empecemos haciendo lo necesario, luego lo posible y de repente estaremos haciendo hasta lo imposible, fomentando valores básicos de liderazgo y anteponiendo el diálogo a cualquier medida, poco a poco experimentaremos un verdadero cambio social para bien.

El autor.


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domingo, 30 de agosto de 2015

No sembremos papas para cosechar tomates

¿Qué es ser joven en Nicaragua?

Es una realidad que las nuevas generaciones contamos con muchísimas ventajas en comparación con las generaciones que nos antecedieron. Pertenecemos a la era digital, hemos venido presenciando una vasta serie de cambios en un tiempo mínimo cuando en las épocas pasadas sucedían únicamente en siglos o décadas, tenemos acceso a casi todo tipo de información y contamos con las herramientas necesarias para dejar de ser espectadores y convertirnos en protagonistas. Por lo tanto, ¿en nuestro país viene siendo un privilegio, un desafío, un reto o una ventaja ser joven?

Es preciso ser conscientes de las grandes limitaciones que se poseen, para luego diagnosticar la situación y el contexto particular en que nos encontramos y de ahí partir a encontrar una respuesta al problema en cuestión. Por una parte, los problemas estructurales de Nicaragua y que trascienden las fronteras de edad o género, son evidentes y tangibles. Entre ellos está la pobreza, la calidad de la educación, la desigualdad de género, etcétera. Sin embargo, por otra parte, también existen otros problemas coyunturales como el alcance de las drogas, el desempleo, la corrupción, la falta de democracia, entre otros.

Mientras mayor es la crisis, más grande es la oportunidad de salir adelante y, si la juventud actual hace uso prudente de todas las herramientas y privilegios que posee en torno a un objetivo definido, los resultados podrían ser inimaginables y capaces de transformar la historia de nuestro país. Contraponiéndose a los limitantes, la juventud nicaragüense tiene una enorme ventaja que radica en la riqueza cultural de la que Nicaragua es dotada. Asimismo, los jóvenes podemos ser testigos a primera voz de quienes protagonizaron la historia del siglo pasado, un privilegio que no todos los jóvenes de todos los países poseen.

Dicho lo anterior, resta únicamente educarse, formarse, discernir y formarse un criterio con respecto de lo que se quiere como país para que la nación en general pueda creer en la juventud y así ir desplazando a tantos nicaragüenses que le han hecho daño a nuestro país, contribuyendo al urgente cambio generacional en todos los sectores sociales. En un siglo XXI prometedor, lleno de avances científicos y tecnológicos, pero también de numerosos y grandes problemas como la destrucción del planeta, la desigualdad en todos los ámbitos, el racismo, etcétera, la juventud no puede actuar con indiferencia, ni recluirse en el universo paralelo virtual del internet y las redes.

Según Ortega y Gasset: “la juventud necesita creerse, a priori, superior. Claro que se equivoca, pero este es precisamente el gran derecho de la juventud”. La vida es constante ensayo y error y es la juventud la que tiene el derecho a cometerlos y el deber de enmendarlos. Por lo tanto, en Nicaragua, ser joven es más bien una oportunidad. Una gran oportunidad para marcar la diferencia, para ir creando nuevas facetas teniendo en cuenta nuestra historia únicamente para no repetirla, considerando los errores de las otras generaciones para no cometerlos de nuevo, para demostrarle al mundo que sí se puede transformar la mentalidad, el sentimiento y, con ello, la cultura que nos ha llevado a lo que somos.

Hoy más que nunca la juventud tiene el compromiso no sólo de cumplir las normas, sino de hacerlas. En un mundo que corre y no descansa, es la juventud la que debe ir tomando las decisiones, pero para ello es necesario fomentar el pensamiento crítico y renovar las bases fragmentadas de nuestra sociedad corrupta. Cada uno es libre de decidir en qué bando de la historia quiere estar y de definir los lineamientos a seguir a partir de los resultados que se pretendan conseguir. Lo que sí es seguro, es que si sembramos papas, no vamos a cosechar tomates.

El autor

sábado, 18 de julio de 2015

Patria libre o morir

Revolución Popular Sandinista, 19 de julio de 1979…


Fue más que una revolución, fue más que un movimiento libertario, fue más que el derrocamiento de un dictador sanguinario, fue más que una guerrilla. Fue la lección campesina antiimperialista, fue un pensamiento que se apoderó de una nación. Ideas de soberanía concebidas y materializadas en el pueblo, en el campesinado, en el proletariado, en el pobre. Fue un espíritu luchador que se impuso para sembrar la armonía transversal en una sociedad hastiada. Esa sociedad que por más de cuarenta años consecutivos sufriría de represión, esclavitud y muchas limitaciones más bien culturales, políticas e ideológicas que de otro tipo.

 Fue un verdadero resurgir de una nación completa, fue el triunfo de David frente a Goliat, fue el ejemplo heroico que llevaría a Nicaragua a los libros de historia universal. En fin, fue un hecho, fue un canto, fue un nombre: Sandino. Un hombre sencillo, pero líder, autor intelectual y militar de lo que constituiría posteriormente toda una cultura, una generación, un movimiento paralelo a la religión, un valiente hijo de Nicarao apodado para la posteridad como el General de hombres libres, cabeza e inspiración para muchos y quien inmortalizaría su pensamiento en una sola frase: “Yo quiero patria libre o morir”.

Hoy, a 120 años del nacimiento de Augusto C. Sandino y a 36 años del triunfo de la Revolución Popular Sandinista (o Revolución nicaragüense), el ideario, la intención y el espíritu que motivó algún día al sandinismo original, se han visto tergiversados, viciados y llevados a una expresión cínica para salvaguardar los intereses de quienes se han transformado en una idéntica imagen de los enemigos iniciales. Nicaragua se encuentra en una situación que, aunque ya ha sido experimentada en más de una ocasión a lo largo de casi 200 años como República independiente, no deja de ser totalmente funesta (o al menos para los que no se benefician de ella).

Un grupo reducido de personas en el poder, un solo Poder del Estado controlando al resto, instituciones corruptas y empresarios temerosos; violencia, torturas, atropellos contra la libertad de expresión y los Derechos Humanos; control absoluto de la toma de decisiones, negocios turbios del Gobierno y de quienes lo conforman, culto a la imagen y propaganda desmedida, discursos y palabras bonitas que al final solo son eso, palabrería, y un particular servilismo hacia países ajenos (lo que en un momento se denominaría “vende patria” o reflejos de imperialismo). Es ese el panorama en el que se encuentra el país triunfante de los dos primeros párrafos. Es en esto último en que se halla resumida aquella nación valiente que alguna vez se levantó y dijo “¡No!”.

Entonces, ¿por qué si Nicaragua ya experimentó estas escenas, insiste en repetirlas? La respuesta ciertamente se esconde en el subconsciente de cada ciudadano, de cada nicaragüense y lo único que los estudiosos de la sociología y la politología pueden ofrecer, son ciertas luces y pautas de una conducta de un colectivo en específico. No es casualidad que nuestra historia esté marcada por caudillos o “únicos”, que aspiran a ser o terminan siendo dictadores. La secuencia: elecciones democráticas-reformas constitucionales-reelecciones ilegítimas-guerra-derrocamiento, no es novedad. Desde inicios de la República con los otrora “timbucos” y “calandracas” (conservadores y liberales, respectivamente), ya se venía gestando una cultura política que se manifestaría en dos exponentes principales: José Santos Zelaya (proclamado héroe nacional) y la dinastía Somoza. 
Anastasio Somoza García y sus hijos herederos

Más allá de los datos históricos, lo que interesa es más bien desglosar el diseño cultural de la política que ha permitido éstos hechos y que al parecer tiene la intención de repetirlos. Por una parte, la indefinición ideológica de la sociedad es crucial para determinar su porvenir en la misma, hoy en día hay mucha gente en los partidos políticos sin tener mínima idea de la tendencia ideológica del mismo o peor, de su propia inclinación ideológica. La historia nos lo relata, la única diferenciación entre los conservadores y los liberales del siglo XIX era eso, el nombre y que pertenecían a dos ciudades históricamente enemigas, León y Granada. Un verdadero trasfondo ideológico en Nicaragua nunca ha existido, y cuando logró existir, allá por los años 80 del siglo pasado, se radicalizó y llevó a sus filas al fanatismo, que naturalmente desilusionaría luego al descubrirlo como una utopía.


Por otra parte, la necesidad infundada de un caudillo, de un salvavidas o la creencia de que un ser humano redentor puede curar todos los males y convertir las piedras en oro, es sumamente determinante para definir esos porqués. Cuando en la ciudadanía exista un verdadero pensamiento de trabajo arduo y se le den las condiciones para que alcance lo que persigue por medio de su esfuerzo, la figura del “superman” presidente ya no será necesaria. Asimismo, cuando se deje de estigmatizar a la política y exista una  consciencia crítica con respecto de ella, la sociedad podrá descubrir que la política la hace cada ciudadano y que ese hecho constituye el pasaporte para ir construyendo la historia de la que todos queremos formar parte. 
Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional reunida con Jorge Castañeda

Por ello, Nicaragua necesita buscar soluciones en lugar de perder el tiempo buscando culpables. Existe un enorme índice de pobreza que duplica el trabajo para quienes confiamos en un rediseño de nuestro país, pero eso no imposibilita nuestros ideales. La situación actual exige una nueva cultura ética que se contraponga a la viciada cultura política en que nos hemos venido encontrando. La nueva revolución debe ser eso, una revolución ética que construya y edifique sobre cimientos sólidos, para posteriormente trabajar en la educación y en el proyecto de país que anhelaban Sandino y todos aquellos que donaron su sangre por ésta nación formada con un pedazo de cielo.

A 36 años de la Revolución, hay más dudas que aciertos con respecto de nuestro país. Hoy en día no se puede festejar lo que encierra el sentimiento de una verdadera fiesta nacional por encontrarse monopolizada por un porcentaje minoritario de la ciudadanía y peor aún, muchos le han perdido el sentido a esta gran fiesta y la maldicen a causa de quienes se han encargado de manchar su nombre y opacar el nombre de sus héroes. Para aquellos que no podemos salir a las calles y ondear banderas que no sean del color oficialista, nos queda celebrar en secreto a través del universo paralelo de las redes, confiando en que o tendremos patria libre o moriremos.


Pedro Salvador Fonseca Herrera

jueves, 16 de julio de 2015

Memorias del pensadero

Un día soleado y caluroso del verano nicaragüense, despertaba con las más desesperadas ansias de que sucediera lo que había estado esperando por más de un año. Despertaba con una emoción exorbitante que desgranaba mi alma como espiga de trigo antes de convertirse en pan, mas se escondía un profundo sentimiento leve, pero constante, de temor, inseguridad y la gran interrogante de saber si hacía o no lo correcto.

Siete en punto marcaba el despertador. El corazón latía cada vez más con desespero. Mi abuela, que desde temprano se había levantado para preparar el desayuno y a sintonizar las infaltables noticias matutinas en la radio a las cinco y media en punto, tocaba ya a la puerta de mi habitación para decirme, o más bien gritarme, que ya se nos hacía la hora.

En la ducha, cada gota de agua rebotaba en mi cabeza como fuertes sonidos de un bombo que se acompasaban con los latidos resonantes de mi corazón. Mi mente: fría, silenciosa, tímida y callada. Apenas tomé cuatro sorbos de mi café e hice la mueca de que desayunaba.

La maleta estaba hecha, tenía que partir.

Me esperaba un destino incierto, noches templadas, solitarias y vacías, o quizá un porvenir envidiable, lleno de saberes cósmicos y experiencias invaluables. No lo sabía. Cada luz de cada semáforo indicaba menos tiempo en casa, menos segundos de saborear el ambiente cálido de la familia, el amanecer incomparable de la rutina cotidiana y las largas caminatas que formaban parte de mi diario. Era una decisión tomada. Mis ojos brillaban.

No en vano soy hijo de mi madre, quizá el más semejante a su forma de ser, que con el mínimo detalle lloramos, ya sea por felicidad, por tristeza, por incertidumbre o nostalgia, por desesperanza o a veces simplemente por capricho. En esta ocasión las lágrimas caían por emoción, por el infantil sentimiento de empezar una nueva empresa, un nuevo camino. Lo dejaba todo por creer y querer obtenerlo todo. Ese era el verdadero intercambio.

El camino de casa hacia mi destino era lejano, empezaba a impacientarme. Y es que la impaciencia, aunque muy mala, a veces llega a ser inevitable. Y cuando al fin llegamos, me esperaba el que para mí sería el hogar de por vida, la escuela del alma y el trabajo de siempre. Una cabaña humilde, pero llena de sabiduría. Un pueblo sufrido, pero erguido. Una nueva familia.

Empuñé la manigueta negra que abría la puerta del vehículo, estiré el pie derecho para no mojarme con el charco que la lluvia había hecho justo en el sitio del estacionamiento, abrí el maletero y saqué mis pertenencias. Eso significó la total despedida de mi casa. Nos recibieron y, aunque las pláticas eran amenas, yo sólo asentía o me reía por protocolo, mi cuerpo estaba con ellos, pero mi mente divagaba por otros mundos. Estaba, pero no estaba.

Al concluir el rato, debía despedirme de mi abuela que, para evitarse la oscuridad de la noche o cualquier otro imprevisto, prefirió emprender viaje temprano aquella vez. Quizá quería desprenderse rápido del sinsabor de la despedida. Entre pocas palabras, entre un “se me cuida oyó” y un “ahí nos vemos”, un abrazo y un beso, sucedería la total y definitiva despedida de aquel tan esperado día. Y así culminaba ésta etapa, ansiada y temida por mí, por los encuentros emocionales y las vivencias inexperimentadas.


Llovió y lloré.

lunes, 22 de junio de 2015

#J22NoSeOlvida Ocupa INSS, juventud y ciudadanía

Jóvenes de OcupaINSS frente a oficiales de la Policía Nacional

Hoy, a dos años del suceso que uniría voces, causas y hasta sentimientos. Un encuentro entre demandas sociales y represión, la combinación típica de un autoritarismo evidente y ya casi hasta natural en la historia de nuestro país. Para vos que escuchaste sobre OcupaINSS, que utilizaste el hashtag #OcupaINSS, que formaste parte de todo un movimiento, pero no sabés realmente de qué se trata, he aquí una forma más o menos sencilla de explicación.

OcupaINSS no sería la primera experiencia en que el pueblo dormido se levanta frente a los poderosos ante una causa social, ya en tiempos pasados, pero no olvidados, sucederían historias como ésta.

Todo inició cuando un grupo de ancianos de la Unión Nacional del Adulto Mayor (UNAM), provenientes de diversas comunidades rurales del país, iniciaron una protesta frente al edificio del Instituto Nacional de Seguro Social (INSS) para reclamar la pensión reducida de vejez, cancelada por un decreto en los años 90, pero estipulada por la ley de seguridad social. Es decir, reclamaban la pensión de vejez que por ley les pertenecía y que habían dejado de recibir. El objeto de la protesta podría ser un tema de larga discusión que podría retomarse en un futuro, lo que viene al caso es la manifestación social, la violencia y la impunidad.

En torno a la demanda de los viejitos que se había extendido por más de cinco días, diversos jóvenes se unieron a su clamor y les cooperaron con víveres, compañía y apoyo. A partir de esto, es necesario enumerar a los actores y a las partes en la situación. Como se ha dicho, por una parte están los ancianos, los jóvenes que conformarían el movimiento en apoyo de los ancianos y los medios de comunicación; por otro lado, estaría la Policía Nacional, la Juventud Sandinista y el Gobierno de la República.

En la madrugada del 22 de junio del 2013, después de cuatro días de manifestación y ya conformado todo un movimiento a nivel nacional y de conocimiento en algunas partes fuera del país, los manifestantes frente al INSS sufrirían una golpiza de las que sólo acostumbran los miembros más brutales del sandinismo y que hoy se representan como la Juventud Sandinista. Y lo peor, a los pies de los mismos oficiales de policía, en quienes todos como ciudadanos disponemos nuestra seguridad, los manifestantes pacíficos serían víctimas de una violencia nunca antes vivida por la mayoría de los jóvenes ahí presentes.

Somos parte de una generación producto de una transición, de acuerdos de paz y de finales de una guerra fratricida que hartó a todos los nicaragüenses para prometer nunca más repetirla. Somos una juventud criada en un período, que si bien no ha sido de paz absoluta, por lo menos ha sido sin armas, ni violencia directa. Jamás un grupo de jóvenes, la mayoría estudiantes universitarios, había experimentado un ataque directo como el de esa madrugada. Los testimonios, tristes y decepcionantes.

Muchas de las víctimas afirman haberse sentido descontextualizadas del país en el que viven, avergonzadas por la clase de dirigentes políticos que tienen y decepcionadas por quienes se supone deben mantener la paz y la seguridad en el país. No es fácil ver a unos ancianos golpeados, hambrientos, ensangrentados, encima cansados, asoleados e indignados por no recibir ningún mensaje de sus gobernantes a quienes claman. Ninguna persona en su sano juicio disfrutaría de un panorama como ese.

Por si lo anterior fuera poco, a la cuota de violencia administrada por los dirigentes nacionales, se sumó lo siguiente:
  • Detención arbitraria e ilegal de más de dieciséis jóvenes, tortura e intimidación.
  •  El ataque de parte del Gobierno de Nicaragua, realizado por 300 encapuchados de la Juventud Sandinista. 
  • El robo de más de un millón de córdobas en pertenencias personales de los presentes y donaciones.

*Datos de la página oficial  www.ocupainss.org

A dos años de denuncias, de interposiciones legales y manifestaciones tanto en las redes como en las calles, predomina la impunidad y las autoridades competentes no se pronuncian, incluyendo la evasión total que hacen la cantidad de medios oficialistas que respaldan la actitud irresponsable del Gobierno. Mientras se alardea de solidaridad y reconciliación, las acciones revelan una vez más la subordinación de los órganos del Estado frente a un par de individuos abusadores del poder que les ha sido confiado.

Hoy, a dos años de OcupaINSS
De ello, entonces, podrían desglosarse una cantidad de reflexiones, pero la más sobresaliente y la que menos puede importar, es la que alude al ejemplo que como Estado, como Gobierno, como instituciones defensoras de los Derechos Humanos, les están brindado a la juventud y a la sociedad en general. En Nicaragua se vive con una aberración a lo político, una repulsión total con lo que tenga que ver con organizaciones políticas, sociales y hasta causas que lleguen a implicar una bandera o el nombre de un partido. ¿Qué clase de futuros dirigentes políticos vamos a tener, por una parte, acostumbrados a abusar del poder y hacer lo que la ley del más fuerte indique y, por otra, viviendo de represión, violencia y apatía política?

Siendo más positivos, éste suceso podría ser el origen de una juventud más preocupada por los problemas sociales, incidente en la toma de decisiones e involucrada en los asuntos políticos. Éste podría ser el germen de un movimiento que desemboque en la inclusión de los ignorados, los empobrecidos y los que necesitan ser tomados en cuenta por la sociedad. Ejemplos de movimientos como éste en otros países del mundo ha dado origen a nuevas olas de cambio en todos los esquemas, ha sido el punto de partida para que la sociedad reflexione y se transforme.

Nunca antes Nicaragua se había unido en torno a un hashtag, ni había hecho uso de las redes para crear una campaña social. Los aires del nuevo milenio se vieron y aún siguen viéndose para causas como ésta. Por primera vez, la ciudadanía independiente, sin banderas partidarias y sin el apoyo de movimientos políticos tradicionales, se había pronunciado y había alzado la voz con tanta intensidad. ¿Y eso por qué? Por la ineficacia de nuestros partidos y representantes.

Tal fue que cuando arribaron a la protesta algunos diputados, fueron rechazados por los manifestantes y coreaban juntos: "aquí no hay partido, solo un pueblo unido", lo que refleja el real sentimiento de la sociedad de identificarse simplemente como ciudadanos, sin el respaldo de organizaciones políticas y sin necesidad de ser representados por la misma clase política corrupta de siempre.

De esa forma, la esperanza para Nicaragua radica en la construcción de ciudadanía. Hasta que cada nicaragüense esté consciente del poder que tiene como ciudadano, de sus derechos y garantías, nuestro país podrá experimentar un cambio en la forma de protestar, de reclamar sus derechos y de hacer política. OcupaINSS le ha devuelto a buena parte de la sociedad ese sentimiento de seguridad, de saber que cuando se quiere, se puede, a pesar de cualquier represión y de cualquier abuso.

La tarea entonces es nuestra, de todos y cada uno de los ciudadanos, de aquellos que, si bien hoy pueden estar tranquilos, mañana podrían estarse viendo en una situación similar, robados, violentados e ignorados por los supuestos líderes. Para ello, es menester crear consciencia, organizarse y fomentar acciones ciudadanas con proyección nacional. Que OcupaINSS no se olvide, que quede presente en nuestro inconsciente y que constituya la bandera de todos aquellos que queremos y creemos en un cambio social que desemboque en un cambio político.

¡Ánimo chavalos y chavalas, ánimo nicaragüenses deseosos de un cambio, ánimo a todos los que creen y luchan por una Nicaragua mejor!


Pedro Salvador Fonseca

domingo, 21 de junio de 2015

Despierto y ¡VACACIONES!


Una mañana grisácea, nublada, fría y con llovizna; una taza de café que contrasta con el bravo hielo exterior; las campanas de la iglesia que entonan el Pange lingua en su compás; los pocoyos que cantan anunciando el crepúsculo y la tan peculiar sensación que indica una sola cosa: vacaciones. Vacaciones en una típica mañana norteña nicaragüense, envuelta en la bruma y el rocío de los tabacales, sin más obligaciones que respirar el aire puro y tomar a sorbos el café obligatorio matutino.

Las vacaciones de Universidad, aún con esa despreocupación de saber que el día no se irá más que con letras, música, enrollado en un sillón o caminando por las calles del pueblo visitando a las tan queridas amistades. Esas temporadas en las que se recargan las baterías después de los exámenes finales, el estrés y el cansancio, semanas para dedicarlas al completo descanso, a la hibernación y a despejar la mente. Pero no se vaya solamente a caer en el ocio. Para los que nos aburrimos de hacer la misma cosa por un tiempo prolongado, hay que ingeniárselas para cambiar de actividades y aprovechar al cien las vacaciones.

Estos tiempos de universitario son tan interesantes, por una parte se disfruta la satisfacción de haber terminado otro ciclo, la ansiedad de saber que pronto se iniciará otro más cerca de concluir y llegar a la meta, y esa indescriptible emoción de saber que tenés un tiempo para hacer lo que te plazca. Pero, por otra parte, está la nostalgia de haber culminado las clases, dejar de verte a diario con tus amigos y compañeros, saber que ya no vas a recibir las mismas clases y los nervios de pensar qué nos ha de deparar el futuro. Así de agridulce es esa transición. Sin embargo, a pesar del esfuerzo resiliente de afrontar ese cambio, la simple idea de saber que vas a poder hacer lo que más te gusta en las vacaciones, como que es suficiente para eliminar melancolías.

Perder la noción del tiempo, dormir en el día y dar guerra por la noche; comer como si la comida te la regalaran; pasar en conserva, sin baño, todo un día entero; escuchar tus canciones favoritas a todo volumen y entonarlas mejor que el cantante mismo; quitarte la pijama, bañarte y volverte a poner la pijama; no arreglar tu cama porque es trabajo innecesario; leer, ver y oír las noticias de todo el mundo desde que amanece hasta que anochece (bueno, este es un gusto personal sumamente raro), tuitear, leer y escribir lo que querrás todo el día, “si esto no es felicidad que baje Dios y lo vea y aunque no se lo crea, esto es gloria” diría Miguel Bosé.

En lo personal, no me resta más que desearles un feliz tiempo de descanso, de distracción, sin olvidar perder la línea de aprender siempre cosas nuevas y provechosas. Todos tenemos el derecho de holgazanear, sobre todo si aún somos jóvenes y universitarios, por supuesto que hay que aprovechar para salir de juerga una que otra vez y abrazar la cama hasta que nos aburramos. El detalle está en que no todo es vagancia, así que no duden en aprender cosas nuevas, leer buenas historias, aprovechar a las personas que la rutina les impide disfrutar y proponerse nuevos retos en base a los errores del anterior período de clases.

¡Coman, duerman y piensen!


(No olviden revisar las noticias una que otra vez e informarse de lo que está pasando en el país y en el mundo. Hay que saber qué pasa para saber qué cambiar.)

sábado, 2 de mayo de 2015

Liniers, una vida llena de hacer cosas por primera vez

Ricardo Siri Liniers, historietista argentino

Enriqueta es una de las protagonistas de las caricaturas del genio argentino Liniers, quien con su infancia, astucia ingenua y gustos extraordinarios, nos maravilla con sus pensamientos y con sus vivencias diarias cargadas de sencillos, pero grandes mensajes para la vida.

Ésta imagen me pareció particularmente especial por el deseo de Enriqueta. Después de haber escalado un árbol, quizá con muchas dificultades, quizá después de varios intentos y con mil miedos y congojas, logró descubrir un nuevo mundo, explorar nuevos lugares y, sobre todo, nuevas sensaciones. ¿Qué más valioso en esta vida tan corta que hacer las cosas por primera vez?

Colón murió en la ignorancia de haber descubierto un nuevo mundo, pero murió satisfecho por haber descubierto una nueva ruta comercial. Newton descubrió la Ley de la gravedad. Bach incursionó en el mundo de la música, transformándola históricamente. En fin, ni vos ni yo somos Bach o Newton, pero también hemos disfrutado de hacer cosas por primera vez.

La primera vez que decimos “papá” o “mamá”, la primera vez que logramos andar en bicicleta sin las rueditas de precaución, la primera vez que aprobamos una clase con cien, la primera vez que damos un beso o la primera vez que la vida nos lleva a una oficina para empezar una carrera laboral.

La primera vez que ganamos algo, la primera vez que nos dan un cheque como salario, la primera vez que recibimos la noticia de que seremos papás, la primera vez que perdemos o fracasamos.

O la primera vez invaluable en que admiramos en primera fila todo lo anterior, pero vivido por nuestros hijos. La vida es una constante repetición de primeras veces que traen consigo nuevas sensaciones, nuevas mariposas en el estómago o nuevos nudos en la garganta.

Para experimentar nuevas cosas no existe fecha de jubilación. No hay mejor vida que la que te permite probar nuevas experiencias a menudo, nuevos árboles que escalar, nuevos paisajes luminosos que degustar desde las cúspides de esos árboles, y, más que eso, personas invaluables que te acompañen en esas expediciones.

Enriqueta tiene a Fellini (el gato travieso y leal, compañero de vivencias) quien con sus invenciones ameniza sus días y ameniza los días de quienes vemos sus caricaturas. Son un complemento, una ecuación perfecta.

No me resta más que unirme al coro de Enriqueta y pedir una vida llena de hacer cosas por primera vez.

El autor



miércoles, 22 de abril de 2015

Mi figura literaria

Y porque entre tanto batiburrillo también se hacen versos, canciones y poesía, el poema con el que gané el primer lugar del concurso de poesía libre de la Universidad a la que asisto, Universidad Americana:

“Mi figura literaria”

Vos y yo somos un epíteto,
sustantivo inseparable de mi funesto calificativo,
separados por naturaleza,
entrelazados por la poesía.

Tu amor cual metáfora  dariana
que estetiza mis versos
y enherbola mis penas
de belleza triunfal.

Inerte, soy inerte,
inanimado
hasta que tu realidad personifica
mi dantesca vida terrenal.

Tu canto barroco que da musicalidad a mi existencia
tu respiro como asonancia,
tu voz como aliteración,
tu fiel morada, refugio de mi corazón.

Cuando digo lo que digo, no hago en exageración,
cuando te amo como te amo, no uso deprecación,
es solo que con tu mirada, fugaz y temerosa
como la luna de verano, una semidiosa.

Sos la figura más bella de mi literatura,
sos la obra cumbre entre las obras,
sos la vorágine de mis pensamientos,

sos ese verso que resume risas, llantos, sentimientos.

lunes, 20 de abril de 2015

Vida: ¿Resistencia o velocidad?

A menudo nos encontramos en la penosa situación de querer avanzar, de no detenerse, de seguir e ir más y más rápido. Nos preocupamos sobremanera por terminar lo que a veces ni siquiera hemos empezado. Queremos progresar a cualquier costo y terminar una etapa aunque implique quemarla, como si el sistema no nos impusiera ya demasiadas normas absurdas. Esa es nuestra vida, la vida que se resume en pequeñas circunstancias y que con cada parpadear se va perdiendo en la nada de nuestra existencia.

Nacemos, balbuceamos nuestras primeras palabras, aprendemos a caminar, golpe tras golpe, caída tras caída, cuando de pronto estamos estrenando uniforme de colegio para ir al kínder y nos ponemos -un ratito después- el uniforme más elegante que tengamos para ir a recibir nuestro diploma al dejar, por fin, la secundaria. Ojalá y todo este lío fuera tan rápido, pensaremos muchos. Ojalá vivirlo fuera como contarlo, luchando contra el reloj, contra los innumerables problemas, contra las travesuras infantiles que podrían ir progresando a medida en que nuestra consciencia más bien va retrocediendo.

Algunos ni siquiera hemos salido de la secundaria cuando ya estamos viviendo una vida de adulto profesional. Otros quizá estemos viviendo la plenitud de los cuarenta como si fuéramos aún aquellos colegiales adolescentes. Muchos otros, tal vez, estén únicamente sentados esperando aquello que añoraron tanto y que creyeron caería del cielo. Y muchos otros, por circunstancias tristes de esta injusta vida, es muy posible que con apenas 5, 8 o 10 años, ya estén viviendo, trabajando y sufriendo las penurias comunes que nos invaden a los adultos.

Unos adelantados, otros atrasados, otros inertes o inanimados, y muchos otros viviendo el día a día con paciencia, confianza y prudencia, sin poner el pie izquierdo sin saber dónde se pondrá el derecho. A veces solemos quemar etapas sin imaginarnos siquiera las consecuencias que eso conlleva. Si estamos en la Universidad, queremos terminar la carrera en menos tiempo para luego empezar otra, después hacer por lo menos dos maestrías y obtener finalmente un doctorado para cuando tengamos treinta. Nos preocupa más hacer las cosas rápido que hacerlas en tiempo, en forma y disfrutando cada momento de cada experiencia.

Cuando en el colegio recibíamos la clase de Educación física y se nos exigía hacer distintas pruebas, que la verdad no sé ni qué probaban, me llamaba mucho la atención que según nuestro peso, edad, altura, entre otros rasgos físicos, se nos asignaba tanto un período para las pruebas de resistencia, como para las pruebas de velocidad. Lo curioso es que para las pruebas de resistencia, cada estudiante tenía un tiempo determinado distinto. Por ejemplo, tenían que darse 3 vueltas corriendo a un campo entero (que cuando yo lo hacía me sentía Phileas Fogg dándole la vuelta al mundo en 80 días) en un tiempo específico, que variaba en cada estudiante según los rasgos anteriormente mencionados. Todos corríamos, pero no todos terminábamos de dar todas las vueltas al mismo tiempo. Y como siempre tienen que haber perdedores, en esta prueba perdía solamente quien no completaba la prueba en el tiempo estipulado.

Contrariamente, cuando hacíamos la prueba de velocidad, se nos exigía correr con otro compañero, en pareja, en la misma distancia al mismo tiempo. Como es obvio, se trataba de una prueba de competencia de suma cero en la que siempre había un perdedor y un ganador. Las reglas entre una prueba y la otra eran muy distintas. En una prueba solo debías preocuparte por mantener la respiración, correr y cumplir con tu tiempo en tiempo y forma, disfrutando cada momento del campo y de la carrera. En la segunda, debías preocuparte por llegar primero a la meta y ganarle a tu contrincante.

La vida ciertamente es una prueba, una carrera, pero cada uno ha de encontrarle su sentido y ha de diferenciar bien si se trata de una carrera de resistencia o de velocidad. En mi opinión tan sobria, he de admitir que la vida no es más que una carrera de resistencia en la que lo único que importa es mantenerse en pie, fuerte, en constante cambio y con la seguridad que solo nos da la prudencia de saber qué se nos avecina y la resiliencia para reaccionar ante los cambios próximos.

Erróneamente llegamos a interpretar que la vida es una carrera de velocidad en la que mientras más rápido terminemos una etapa en la vida, a pesar de no haberla disfrutado al máximo, es mejor. Estamos constantemente buscando un contrincante con quien competir o peor, a un semejante a quien hundir para nosotros supuestamente progresar. Es mejor hacer lo que nos toca, en el tiempo en que nos toca, y qué mejor si nos ganamos algunas sonrisas en el trayecto.

En la vida como carrera de resistencia, los únicos perdedores son aquellos que no aprovecharon el tiempo que les fue asignado para recorrer su campo. En la vida, que al final es una carrera, es más importante descubrirse, conocer sus capacidades y emplearlas para disfrutar del viaje. Cuando al final el profesor de Educación física suene el silbato, habremos tenido un viaje fascinante y habremos aprovechado todo el tiempo al máximo, por mucho o poco que fuera.


Preocupémonos pues por mantenernos fuertes y valientes, en lugar de quemar etapas y causarnos unos malos sabores de boca, pues la vida es más bien una carrera de resistencia, que una carrera de velocidad. No olvidés ponerte unos deportivos cómodos, equiparte con agua y ponerte los audífonos con buena música para la carrera.

Pedro S. Fonseca H.