Una mañana grisácea, nublada, fría y con
llovizna; una taza de café que contrasta con el bravo hielo exterior; las
campanas de la iglesia que entonan el Pange
lingua en su compás; los pocoyos que cantan anunciando el crepúsculo y la
tan peculiar sensación que indica una sola cosa: vacaciones. Vacaciones en una
típica mañana norteña nicaragüense, envuelta en la bruma y el rocío de los
tabacales, sin más obligaciones que respirar el aire puro y tomar a sorbos el
café obligatorio matutino.
Las vacaciones de Universidad, aún con
esa despreocupación de saber que el día no se irá más que con letras, música,
enrollado en un sillón o caminando por las calles del pueblo visitando a las tan
queridas amistades. Esas temporadas en las que se recargan las baterías después
de los exámenes finales, el estrés y el cansancio, semanas para dedicarlas al
completo descanso, a la hibernación y a despejar la mente. Pero no se vaya
solamente a caer en el ocio. Para los que nos aburrimos de hacer la misma cosa
por un tiempo prolongado, hay que ingeniárselas para cambiar de actividades y
aprovechar al cien las vacaciones.
Estos tiempos de universitario son tan
interesantes, por una parte se disfruta la satisfacción de haber terminado otro
ciclo, la ansiedad de saber que pronto se iniciará otro más cerca de concluir y
llegar a la meta, y esa indescriptible emoción de saber que tenés un tiempo
para hacer lo que te plazca. Pero, por otra parte, está la nostalgia de haber culminado
las clases, dejar de verte a diario con tus amigos y compañeros, saber que ya
no vas a recibir las mismas clases y los nervios de pensar qué nos ha de
deparar el futuro. Así de agridulce es esa transición. Sin embargo, a pesar del
esfuerzo resiliente de afrontar ese cambio, la simple idea de saber que vas a
poder hacer lo que más te gusta en las vacaciones, como que es suficiente para
eliminar melancolías.
Perder la noción del tiempo, dormir en
el día y dar guerra por la noche; comer como si la comida te la regalaran;
pasar en conserva, sin baño, todo un día entero; escuchar tus canciones
favoritas a todo volumen y entonarlas mejor que el cantante mismo; quitarte la
pijama, bañarte y volverte a poner la pijama; no arreglar tu cama porque es
trabajo innecesario; leer, ver y oír las noticias de todo el mundo desde que
amanece hasta que anochece (bueno, este es un gusto personal sumamente raro), tuitear,
leer y escribir lo que querrás todo el día, “si esto no es felicidad que baje Dios
y lo vea y aunque no se lo crea, esto es gloria” diría Miguel Bosé.
En lo personal, no me resta más que
desearles un feliz tiempo de descanso, de distracción, sin olvidar perder la
línea de aprender siempre cosas nuevas y provechosas. Todos tenemos el derecho
de holgazanear, sobre todo si aún somos jóvenes y universitarios, por supuesto
que hay que aprovechar para salir de juerga una que otra vez y abrazar la cama
hasta que nos aburramos. El detalle está en que no todo es vagancia, así que no
duden en aprender cosas nuevas, leer buenas historias, aprovechar a las
personas que la rutina les impide disfrutar y proponerse nuevos retos en base a
los errores del anterior período de clases.
¡Coman, duerman y piensen!
(No olviden revisar las noticias una que
otra vez e informarse de lo que está pasando en el país y en el mundo. Hay que saber
qué pasa para saber qué cambiar.)
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